María, de 87 años, lleva 57 años viviendo de alquiler en Cádiz: "Me daban un mes para irme y así construir pisos turísticos"

La Fundación Cádiz CF consiguió frenar el desahucio para que la mujer siguiera viviendo en su casa.

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Una mujer de 87 años vio cómo su vida podía desmoronarse en cuestión de pocos días cuando la propietaria del inmueble donde vivía de alquiler desde hacía 57 años le dio un mes para irse debido a que pensaban construir allí unos pisos turísticos. Gracias a la Fundación Cádiz CF, que frenó el desahucio a tiempo, pudo seguir viviendo allí.

Solo es una víctima más de la especulación inmobiliaria, que no tiene frenos en España y que si ya provoca serios problemas entre los jóvenes para poder acceder a su primera vivienda, también los ocasiona entre jubilados que no pueden permitirse tener una casa en propiedad. "Me da igual irme, pero no tengo a dónde", reconoce María, afirmando que no le importa cambiar de casa, solo que no tiene a donde.

María, de 87 años, vio como en 2024 un juez ejecutaba una orden de desahucio que ponía fin a 57 años de vida que llevaba en el mismo piso, en pleno casco histórico de Cádiz. Medio siglo de rutinas, vecindario, fotos enmarcadas y recuerdos que ahora chocan con un fenómeno mucho más reciente: la especulación con los pisos turísticos.

Ese piso, que en 1967 pasó a ser su refugio familiar, hoy es un objeto de deseo en un mercado donde cada balcón con vistas se traduce en una oportunidad de negocio. Y donde que una anciana siga viviendo allí con un alquiler antiguo se ve como una molestia, algo fuera de época, un estorbo.

Así, la historia de María se suma a muchas otras que se repiten en distintos puntos de España, aunque aquí pesa algo más: no se trata solo de perder una vivienda, sino de borrar toda una vida construida entre esas paredes.

Medio siglo viviendo en esa casa

El aviso llegó sin previo aviso, sin llamadas ni visitas. Fue un fax. En él, la propietaria le comunicaba que el contrato había finalizado y que debía abandonar la casa. María todavía recuerda cómo fue su hija quien le leyó el documento en voz alta, intentando suavizar una noticia que no admitía negociación.

La familia trató de buscar una salida. Preguntaron si existía la posibilidad de una prórroga, de una solución que permitiera a la anciana seguir viviendo en el lugar donde lleva casi 60 años. La respuesta fue clara y sin margen: solo contemplaban la venta.

Para María, comprar ese piso era impensable. Vive con una pensión modesta y siempre había estado protegida por un contrato de renta antigua.

Esa protección legal, pensada para cuidar a personas vulnerables, hoy resulta incómoda para propietarios que buscan aumentar beneficios en pleno auge turístico.

El entorno de su casa refleja perfectamente ese cambio: pisos turísticos, cerraduras digitales, turistas arrastrando maletas por portales estrechos. Donde antes había vecinos y niños jugando, ahora hay carteles en inglés con instrucciones para entrar con código. María es, en la práctica, una de las últimas vecinas de toda la zona.

No es solo una mudanza

En televisión, María contó su situación con una calma que conmovió a muchos. Solo pidió un mes más para poder encontrar un lugar donde vivir. Aun así, admite que no quiere irse del barrio donde ha pasado toda su vida adulta.

Tiene dos hijas, pero ninguna vivienda puede acogerla en condiciones dignas: una tiene demasiadas escaleras para su movilidad y la otra es demasiado pequeña.

María no pedía privilegios ni una casa frente al mar. Pedía seguir donde siempre, sentirse parte del lugar, continuar viendo las mismas calles que ha visto cambiar con los años.

Ella misma lo resumió en una frase cargada de más miedo del que deja ver: "Me da igual irme, pero no tengo a dónde".

Los colectivos que defienden el derecho a la vivienda insisten en que un desahucio a una persona de 87 años no debería tratarse como un simple conflicto inmobiliario, sino como un problema social y humano. Pero el proceso administrativo siguió avanzando.

La Fundación Cádiz CF compró la casa

En agosto, cuando el desahucio parecía inevitable, la Fundación del Cádiz CF decidió dar un paso al frente. Tras conocer el caso, el club optó por una solución poco habitual, pero efectiva: comprar el piso a la propiedad para asegurar que María pudiera seguir viviendo allí.

La operación frenó el desahucio y le devolvió algo que había perdido durante meses: la tranquilidad. María podía quedarse. Su casa dejaba de ser una amenaza constante.

El gesto ha sido reconocido a nivel internacional. La Fundación del Cádiz CF recibió el premio a la mejor iniciativa social comunitaria en defensa de los derechos de las personas mayores, otorgado por HelpAge International España junto a las fundaciones laCaixa y Rey Ardid.

El reconocimiento se entregó en Zaragoza, donde Manuel Vizcaíno, presidente del club, recogió el galardón durante el VIII Foro Internacional Vivir más, vivir mejor, celebrado en el CaixaForum.

"Escuchábamos su caso cada mañana. Vimos que era injusto y decidimos actuar", explicó Vizcaíno, quien destacó que la fundación se financia en parte gracias a donaciones de los propios jugadores del club.

'Ahora está tranquila'

María acudió al acto acompañada de su hija. Ambas han expresado públicamente su agradecimiento al club por un gesto que definen como "humano".

"Ya era hora de que mi madre pudiera estar tranquila", dijo su hija. María, por su parte, lo resumió sin rodeos: "Me han tratado muy bien. Estoy muy contenta".

Lo que empezó como una historia de desarraigo terminó convirtiéndose en un ejemplo de cómo una intervención social puede cambiarlo todo cuando las soluciones institucionales no llegan a tiempo.

El auge del piso turístico

El caso de María no es una excepción. En muchas ciudades costeras, los alquileres de renta antigua están desapareciendo, a veces mediante engaños y otras mediante presiones más sutiles, para transformarse en alojamientos turísticos.

Según relatan sus hijas, en algún momento la casera habría modificado el contrato sin explicárselo, dejándola fuera de la protección legal que tenía desde hacía décadas. La familia habla de engaño, de una grieta legal que permitió acelerar el proceso.

Mientras tanto, siguen buscando opciones. Contactan con inmobiliarias, revisan anuncios, intentan encontrar algo que puedan pagar sin salir del barrio.

Pero el mercado ya no es el mismo: en esa zona de Cádiz, el alquiler para vivir compite directamente con el turismo. Lo que antes pagaba un pensionista en un mes, hoy un visitante lo paga en dos fines de semana.

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