La inflación no es la única espada de Damocles que pende sobre el presente y el futuro más inmediato de agricultores y ganaderos. A los sobrecostes que comenzaron a retroalimentarse desde el final del verano pasado por la excesiva demanda y la limitada oferta de materias primas que han generado una inflación que cerró julio en un 10,8% se ha sumado el coletazo final: las altas temperaturas del verano.
"Llevamos un año advirtiendo de que venía una tormenta perfecta", afirma el portavoz de la Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos (UPA), Diego Juste. Son uno de los colectivos laborales que más están sufriendo los efectos del aumento generalizado de precios. Unos precios que, avisan a la población, crecerán aún más esta temporada de otoño, a partir de septiembre.
Gran parte de culpa de ello la posee este verano de 2022, que a pesar de no haber finalizado, ya se ubica entre los cuatro más calurosos desde 1950, tal y como apuntó a finales de julio la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet). Dos olas de calor en prácticamente dos meses han ayudado a elevar el mercurio de los termómetros por encima de los 40 grados centígrados. De hecho, ha sido la época estival con más incendios, algo que también ha arrasado cultivos.
Miedo, incertidumbre…y “desesperación”
Estos ingredientes han conformado un caldo de cultivo explosivo para agricultores y ganaderos, que enfrentan la peor sequía de los últimos diez años. Las reservas de agua ya son un 36% menores en comparación a 2012, y continúa sin llover. "Al haber menos producción, habrá menos alimentos y serán más caros", prevé José Roales, el cerealista y presidente de la Cámara Agraria Provincial de Zamora.
Las causas, por tanto, retroalimentan un problema a gran escala y que viene de lejos. El cambio climático y su aumento lento pero progresivo de temperatura está minimizando la producción de las cosechas, a lo que se ha unido el desarrollo sin tregua de la guerra en Ucrania, elevando el coste habitual de materias primas como las semillas o, directamente, su llegada.
Esto se une a la inflación, con aumentos de precios de combustibles y electricidad necesarios para regar los campos. "Los abonos minerales para producir alimentos han subido un 60 o un 70%”, continúa afirmando Roales. Y la sequía, ha llovido un 26% menos en este 2022.
Precisamente, los agricultores de secano, los que usan esta agua de lluvia, son los que están experimentando más pérdidas. Cereales, olivos, girasoles y maíz son algunos de los cultivos más afectados. Esto también tiene sus consecuencias en el plano laboral, con la reducción de trabajadores necesarios para la recogida.
El peligro del cambio de los hábitos de consumo
La escasez de pastos para el ganado por la sequía ha obligado a aumentar la compra de cereales, un producto que actualmente es un 30 o 40% más caro que hace un año. Muchos no pueden afrontarlo y están sacrificando ganado. Colateralmente, también aumentarán los precios de la carne, por la menor producción. Desde asociaciones como ASAJA, se pide que se aumenten las inspecciones para que se cumpla la Ley de la Cadena Alimentaria.
¿Habrá escasez de carne??Los costes del pienso, olas de #calor que afectan a los pollos y los casos de gripe aviar hacen temer la escasez
— 120 minutos (@120minutosTM) August 10, 2022
Con Jesús Anchuelo, de @UPA_Federal
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