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Varios jubilados mayores de 80 años, sin pelos en la lengua sobre los jóvenes: “cuando yo era un niño, a los 10 o 12 años, tenía que ir a trabajar a lo que fuera”

La disciplina, la pobreza y una vida sin descanso son los motivos por el que nuestros mayores sufrían menos ansiedad y depresión en comparación con la generación actual.

Uno de los jubilados entrevistados
Uno de los jubilados entrevistados |Youtube | Gerard Masol
Antonio Montoya
Fecha de actualización:
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Aquellos que tienen 80 años están varios pasos por delante de los jóvenes en sabiduría y conocimientos de la vida, por lo que sentarse con ellos a hablar merece la pena tanto como para tomar nota de lo que dicen y aplicar esas lecciones en nuestra vida diaria. Con esa idea, el creador de contenido Gerard Masol ha salido a la calle para entrevistar a varios jubilados con más de 80 años

A través de sus testimonios, reflexionan sobre los motivos por los que consideran que los jóvenes de hoy tienen más problemas de salud mental y comparten consejos que, según ellos, podrían ayudar a superarlos. Todos coinciden en una idea: los jóvenes viven rodeados de facilidades, pero sin la disciplina ni la fortaleza mental que ellos tenían en el pasado por necesidad.

“Antes un niño de 12 años ya trabajaba”

“Los padres hemos tenido mucha culpa: les dimos demasiado y ahora falta disciplina”, reconoce un jubilado. Para él, los jóvenes crecen sin límites, con un futuro laboral incierto y un entorno marcado por la precariedad y las drogas.

Otro pensionista pone el foco en la comparación generacional: “Antes un niño de 12 años ya trabajaba; hoy, con esa edad, casi siguen con chupete”. A su juicio, las redes sociales agravan el problema, porque magnifican cuestiones que no son realmente importantes. “Si no tienes dinero, la depresión se hace más grande. El dinero hace mucho”, añade con crudeza.

“Nosotros trabajábamos para sobrevivir. Ellos, en cambio, viven de lo que les dan”.

“No había tiempo para pensar en estar triste”

Muchos de los entrevistados relatan infancias duras, en las que ni siquiera podían permitirse “un día malo”. Uno de ellos recuerda que se quedó huérfano con siete años y que desde entonces compaginaba la escuela con trabajos de carpintería: “No me aburría nunca. Si no me levantaba, sabía que me caía un castigo o que ese día no comía”.

Otro mayor subraya que la pobreza y la obligación de trabajar desde niños forjaron un carácter fuerte: “No había tiempo para pensar en estar triste. Había que salir adelante”.

El contraste con la juventud actual es, para ellos, evidente: mientras que su generación se curtió en la necesidad, hoy los jóvenes cuentan con comodidades que, paradójicamente, les han hecho más vulnerables.

Consejos de jubilados para evitar la depresión

Cuando se les pregunta qué hacer en un “día malo”, las respuestas se repiten: mantener la mente ocupada y no quedarse en la cama.

Una jubilada cuenta que adoptó un perro “para obligarse a salir” incluso cuando no tenía ganas. Otro entrevistado lo resume en una filosofía sencilla: “La vida hay que aceptarla como viene. No hay otra”.

uno de los jubilados entrevistados
Uno de los jubilados entrevistados | Gerard Masol - Youtube

Otros aconsejan hablar con amigos, salir a la calle, buscar una ocupación o un pequeño trabajo que distraiga la mente. “No puedes estancarte con el móvil día y noche”, advierte un mayor.

También algunos pensionistas llaman a reducir el uso de las redes sociales: “Que se borren de ellas, que no vivan pegados al móvil”. Y no falta el consejo de cuidarse por fuera para sentirse mejor: “Si te arreglas un poco, te ves mejor y más animada”.

“El secreto es moverse, ocupar la mente y no dejarse vencer. La vida es corta y hay que vivirla lo mejor posible”.

El vídeo de Gerard Masol deja un mensaje rotundo: mientras que los mayores aprendieron a aceptar la dureza de la vida y a no rendirse, los jóvenes de hoy disponen de medios, formación y recursos, pero corren el riesgo de desperdiciarlos.

La enseñanza que transmiten quienes ya superaron los 80 años es simple y directa:
el tiempo es el recurso más valioso, y perderlo en la apatía o en las redes sociales es el mayor error del que uno puede arrepentirse.