Vivir y trabajar en un crucero puede sonar a un sueño, pero detrás de este escenario idílico se esconde una realidad mucho más dura y puede no ser para cualquiera. Así lo cuenta Luli Bertelotti, conocida en redes sociales como ‘Luli de los cruceros’, que dedica su vida a trabajar como fotógrafa en alta mar.
A través de sus redes sociales, explica de primera mano la realidad de trabajar durante varios meses en un crucero, desmontando mitos y confirmando que la vida a bordo es tan intensa como fascinante.
“Me contratan para vivir y trabajar en un barco por seis meses o un poco más. Durante ese tiempo no veo a mi familia, no veo a mis amigos, no vuelvo a casa. Mi casa es el barco y los tripulantes son mi nueva familia temporal”, confiesa.
Sueldo y requisitos de trabajar en un crucero
Luli no detalla exactamente cuál es su sueldo porque asegura que no cobra lo mismo todas las semanas, pero al tener cubierto alojamiento, comida, agua, electricidad y vuelos de traslado, el salario neto puede resultar muy alto en comparación con otros empleos.
Aunque no todos ganan igual: “Los meseros y bartenders tienen su sueldo básico más propinas. Otros, como yo, cobramos por comisiones de venta. Y luego hay quienes tienen solo sueldo fijo, como los músicos o bailarines”, explica así la variedad de contratos y condiciones, lo hace que cada trabajador tenga su propia experiencia a bordo.
Sobre la posibilidad de cambiar de puesto, aclara que hay que completar al menos un contrato de seis meses antes de optar a otras posiciones.
En cuanto a requisitos, no es necesario saber nadar: “Nunca vas a estar en el agua, y los entrenamientos de seguridad se hacen con chaleco”. Para trabajar, no se exige un título específico de tripulante, sino experiencia o estudios relacionados con el puesto al que se opta (fotografía, ventas, animación…).
Por otro lado, la rutina a bordo es exigente, ya que no existen los días de descanso. “Se trabaja todos los días, no hay domingo ni festivo. Algunos llegan a trabajar hasta 12 horas diarias. Depende mucho del puesto, pero en general se trabaja muy intenso”, explica. A pesar del ritmo frenético, asegura que la experiencia merece la pena.
Además, “casi siempre pagan los vuelos para que vayas desde tu casa a donde esté el barco, que puede ser en cualquier parte del mundo. Lo bonito es que, si tienes tiempo libre, puedes salir del barco”, así revela que ha conocido el Caribe, Europa, Asia, Nueva Zelanda, Australia o Hawái.
Ahorrar todo el sueldo es posible, pero depende del estilo de vida de cada uno: “Conozco gente que viene solo a ahorrar y no gasta nada. Pero para mí, la experiencia es disfrutar también de los destinos”, añade.
Una convivencia multicultural y comodidades
La vida a bordo es una convivencia continua con personas de todo el mundo. “Se hacen amistades preciosas, aunque a veces hay que compartir cabina. Solo los oficiales y el capitán suelen tener cabina propia”, matiza.
Cada tripulante dispone de una cabina (habitualmente compartida), acceso a comida tipo buffet, gimnasio y lavandería gratuita. Solo se pagan aparte ciertas bebidas, productos en el crew market y el wifi más avanzado.
Las relaciones personales también tienen sus normas: “Con los huéspedes está prohibido, pero entre tripulantes sí es posible. Compartir cabina implica respetar mucho al compañero”, explica. Y con respecto a viajar en pareja o con hijos, solo es posible en algunos puestos superiores y, generalmente, con condiciones muy restrictivas.
¿Y si surge un problema de salud? La sanidad está cubierta: “Si te pones malo, vas a la enfermería y te atienden gratis. Te dan los medicamentos que necesites, eso no es un gasto”, explica.
En definitiva, la protagonista lo tiene claro: “Hay que ir con la mente abierta y muchas ganas de adaptarse. Van a ser meses duros, pero si le pones actitud, puedes disfrutarlo, hacer amigos, conocer mundo y ahorrar”.

