Cada vez más personas, al llegar a la jubilación, se replantean cómo y dónde quieren pasar los próximos años de su vida. Son muchos los que deciden mudarse a otro país, e incluso a otro continente, buscando mejores condiciones de vida, y ese fue el caso de esta mujer que tras el divorcio vendió su casa y decidió dejarlo todo para mudarse sola a Europa.
Según explica la ya jubilada de 64 años, Lisa La Valle, en Business Insider, cuando se divorció a los 57 años no quería continuar su vida en Nueva Jersey, donde había pasado décadas. En 2018, compró un billete de ida a París. “Me condenarían si pasaba los próximos 30 años en Nueva Jersey”, explicó. En aquel momento buscaba tres cosas, vivir menos estresada, tener más libertad y un coste de vida que no la dejara sin ahorros.
Actualmente, vive en Brescia, al norte de Italia, y aunque el proceso no ha sido perfecto, asegura que no se arrepiente. “No quería preocuparme por pagar la atención médica ni por seguir la carrera de la rata para mantenerme a flote”, explica.
Un camino que no ha sido fácil pero que no cambiaría
En Italia, La Valle ha encontrado el equilibrio. Está jubilada y cobra la Seguridad Social estadounidense, pero también trabaja a tiempo parcial como profesora de inglés, lo que le genera unos 1.270 euros al mes. “No es mucho, pero el bajo coste de vida aquí hace que no tenga que preocuparme”, asegura.
El apartamento en el que vive y por el que paga 550 euros al mes, tiene todo lo que necesita, salón, cocina, baño completo, una gran terraza y vistas al casco histórico. “Parece un hotel, pero por una fracción del precio que pagaría en Estados Unidos”, dice.
Aunque está satisfecha con su decisión, La Valle no idealiza la experiencia. Hacer amigos no ha sido fácil, sobre todo durante su etapa en París. “París parecía un club privado y yo no estaba invitada”, explica. Además, enfrentarse a otro idioma y cultura puede ser agotador: “Cruzo un océano sin problema, pero llamar a la peluquería me pone a sudar”.
También destaca lo complicado que puede ser encontrar una vivienda en Europa, donde muchas veces las mejores opciones llegan a través del boca a boca, no por portales inmobiliarios.
Uno de los grandes beneficios que ha encontrado es la alimentación. “Aquí todo es más fresco, incluso los productos enlatados”, dice. Y sobre todo, valora el ritmo de vida más pausado. En lugar de preocuparse por facturas médicas, disfruta de pequeños placeres como pasear por los mercados, dar clases o tomarse un café con vistas a los Alpes.
Mudarse al otro lado del mundo, sola, tras un divorcio, no es algo que muchas personas se atrevan a hacer a los 57 años y aunque admite que ha habido momentos difíciles, cree firmemente que fue la decisión correcta. “Estoy más tranquila, vivo con menos estrés y, lo más importante, me siento libre”.

