Cada vez son más las personas que, al acercarse a la edad de jubilación, deciden dar un giro radical a su vida. Después de años de trabajo continuo, algunas optan por cambiar de país, o incluso de continente, en busca de un coste de vida más bajo y de una mayor calidad de vida. Es el caso de Natalie Lynch, una mujer estadounidense de 56 años que vendió su casa y su negocio en California para mudarse a Europa y probar suerte lejos de la vida que conocía hasta entonces.
Natalie empezó a trabajar con apenas 15 años y nunca dejó de hacerlo. Según cuenta en Business Insider, durante 24 años fue propietaria de un negocio de home staging y durante 17 años vivió en la misma casa en Oakland. Sin embargo, la pandemia lo cambió todo. “La pérdida de libertad y la sensación de que la vida puede ser corta fueron una llamada de atención”, explica.
En 2021 vendió su vivienda y, en 2024, también su empresa. Aun así, sentía que en San Francisco no avanzaba económicamente. “No estaba ahorrando ni progresando”, reconoce. Fue entonces cuando decidió apostar por Europa y mudarse con su perro, Enzo.
Italia era demasiado cara para quedarse y decidió instalarse en Francia
Su primera etapa fue en Italia. Pasó varios meses viajando por la costa y se instaló un tiempo en Florencia y Roma. De hecho, Florencia fue uno de los lugares donde más feliz se sintió. Allí llegó a pagar unos 2.000 euros al mes por un apartamento, pero pronto asumió que no era sostenible. “No trabajo y vivo de mis ahorros. A largo plazo, Florencia era demasiado cara”, explica. Además, no se imaginaba envejeciendo en grandes ciudades lejos del mar, así que decidió seguir buscando.
Finalmente, ha terminado en Francia, en la bahía de Arcachon, cerca de Burdeos. En Audenge alquila un dúplex amueblado por 1.200 euros al mes, gastos incluidos, que comparte con una pareja francesa. Tras vivir en más de 30 alojamientos en un solo año, empezar a asentarse ha supuesto un alivio.
También compró un coche por 18.600 euros después de gastar mucho dinero en alquileres y ahora se prepara para sacarse el carné de conducir francés, pese a tener un nivel muy básico del idioma.
Natalie no idealiza su nueva vida. Reconoce que adaptarse no es fácil y que estar lejos de amigos y de su país pesa. Aun así, tiene claro que no quiere volver a Estados Unidos. “Allí tendría que empezar de cero y no podría vivir de mis ahorros”, afirma. En Europa, en cambio, asegura que puede sobrevivir con unos 2.500 euros al mes.
“No estoy viviendo la vida de mis sueños”, admite, “pero es mejor que trabajar toda mi vida”. El ritmo más lento, la ausencia de la presión laboral diaria y la posibilidad de decidir cómo emplear su tiempo le han dado algo que no tenía antes: margen para vivir sin prisas.
Todavía no lo tiene todo resuelto y sabe que tendrá que volver a mudarse cuando llegue el verano y suban los alquileres. Aun así, Natalie tiene claro que quiere seguir construyendo su vida en Europa. “No me da miedo empezar en lugares nuevos, pedir ayuda o enfrentarme a lo desconocido”, explica.

