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Una interna no se corta al describir la cruda realidad de su vida encerrada en un psiquiátrico: “a medio paso entre primaria y la cárcel”

El testimonio viral de una joven interna destapa las condiciones de aislamiento, control y abandono que sufren los pacientes en los psiquiátricos españoles.

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Una interna no se corta al describir la cruda realidad de su vida encerrada en un psiquiátrico: “a medio paso entre primaria y la cárcel” |TikTok (@user.gonb)
Fernando García Ferrer
Fecha de actualización:
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El encierro, la rutina y la desesperanza definen la vida de quienes ingresan en un psiquiátrico en España. “Esto es a medio paso entre primaria y la cárcel”. Así lo resume Lucía, una joven interna, que ha publicado en TikTok un vídeo cargado de curiosidades y verdades incómodas, que ha puesto bajo los focos la realidad menos conocida tras las puertas blindadas de estos centros.

La vida en el psiquiátrico se parece más a una película de terror social que a la imagen terapéutica que vende la administración, según explica Lucía. “Eso que sale en los psiquiátricos en televisión, que sale la gente caminando de un lado para otro como si fueran zombis, es totalmente cierto”, asegura. “Pero no es por nada raro, es porque no hay absolutamente nada que hacer”, explica Lucía. Los pacientes caminan simplemente porque la rutina se hace eterna.

Instalaciones precarias, rutinas rígidas y terapias casi inexistentes

La convivencia, según narra la interna, lejos de ser terapéutica, se convierte en supervivencia. “Si te lías con alguien, te cambian de zona. Si quieres ir al baño, en algunos casos, tienes que pedir permiso”, explica. Nadie sale del comedor hasta que todos han tomado su medicación y si alguien se niega, interviene seguridad con medicación intramuscular. Revisan las habitaciones todos los días y pasan lista tres veces. Y no se pueden maquillar, afeitar y ni siquiera pueden llevar zapatillas deportivas. 

Las condiciones materiales tampoco ayudan. “Los baños son peores que los de una cárcel”, asegura, describiendo unos baños de metal, con poca agua en los inodoros “para que la gente no se ahogue” y espejos distorsionados y sin iluminación: “si tú te quieres ver la cara o el pelo, lo que sea, como lo tienes, no lo puedes ver. Y de ahí mis pintas”, lamenta.

Además, los inodoros están tan altos, según cuenta la interna, que “la mayoría no puede ni apoyar los pies en el suelo” y muchos pacientes ni siquiera logran hacer de vientre allí, teniendo que esperar el permiso del personal para usar otros baños fuera del módulo.

El aire fresco tampoco existe: “Las ventanas están cerradas y no corre el aire, se nos pone la piel fatal”. Solo hay una televisión y está en el comedor, normalmente cerrado. Además, nada de móviles, ni fumar, ni ropa que no sea el pijama del hospital.

La alimentación es otro reflejo de la rigidez del sistema. Se puede elegir entre tres menús, salvo los pacientes con trastorno de la conducta alimentaria (TCA), que tienen su dieta asignada por enfermería. Los horarios lo marcan todo: desde el desayuno y las duchas hasta el encendido y apagado de luces. También se pueden tener radios y MP3, pero te los quitan antes de las 14:00.

Las llamadas al exterior se limitan a dos veces al día y solo pueden recibir visitas de dos personas en todo el ingreso, independientemente de la duración. Y las actividades de terapia son casi inexistentes: “Apenas hay terapia y dura 5 minutos, sábado y domingo no hay terapia y el resto de días hay, pero por ejemplo, yo hoy no he tenido porque no tuvieron tiempo de pasar por mi habitación”, explica. Sin embargo, puntualiza: “Hay actividades de terapia ocupacional durante el día que molan”.

Lucía denuncia la falta de personal cualificado y la ausencia de terapias reales, más allá de pastillas que, según cuenta, provocan efectos secundarios molestos y problemas como el estreñimiento.

Ancianos, criminales y una convivencia forzada

El relato se vuelve aún más duro cuando Lucía revela que la mayoría de los internos son personas mayores con demencia que, según ella, “deberían estar en una residencia, pero como no hay sitio, los mandan aquí en unas condiciones horribles”. No solo eso, sino que pueden ingresar personas sin ningún tipo de problema psiquiátrico real, o incluso criminales:

“Juntan a enfermos psiquiátricos con criminales y esto ha pasado más de una vez. Ahora mismo nos está pasando, pero ya pasó otra vez. La gente que tiene que estar en la cárcel, como tienen algo de locura, les dejan elegir entre la cárcel o el psiquiátrico. Y el psiquiátrico, pues es la mejor opción”.

El vídeo de Lucía ha acumulado un millón de visualizaciones y cientos de comentarios en redes sociales en apenas unos días, donde muchas personas han aprovechado para compartir experiencias similares y debatir sobre la atención en salud mental en España.