Logo de Huffpost

Un anciano español (90 años) obligado a vender latas de la calle porque no le alcanza con su pensión: “cuando tengo 7 u 8 sacos, las llevo”

Asegura que aunque tenga su “pensión fija”, los gastos de la vivienda, sumando todos los recibos, le obligan a buscar ese extra de dinero.

El anciano, con varias bolsas para vender
Un anciano español (90 años) obligado a vender latas de la calle porque no le alcanza con su pensión: “cuando tengo 7 u 8 sacos, las llevo” |Instagram
Esperanza Murcia
Fecha de actualización:
whatsapp icon
linkedin icon
telegram icon

El coste de la vivienda consume la mayor parte de los ingresos. Es un problema que están viviendo un gran número de españoles y, a diferencia de lo que se suele pensar, afecta a todas las edades. Incluso a pensionistas ya jubilados. Así, en nuestro país, ya hay casos de personas mayores que están buscando una forma de obtener un dinero extra para complementar la pensión, a pesar de su avanzada edad.

Es el caso de un anciano de 90 años, entrevistado por Julio Caviedes y que ha contado en primera persona cómo se ha visto obligado a recoger latas de la calle, para luego, revenderlas, porque no le alcanza con su pensión. Este hombre, nacido en 1935 en el bajo Aragón (Híjar), tiene tres hijos y uno de ellos, su hija que se quedó viuda hace unos años, vive con él: “Como no quiere hacer nada con nadie, pues es la que me cuida”, relata.

Sobre su situación financiera, asegura que tiene “una pensión normal como cualquier cristiano”. También cuenta que tiene un perro y, con el furgón, va parándose para coger “unas laticas”: “cuando tengo siete sacos los llevo a Cogullada”. En esa zona, cuenta que hay una tienda de orfebrería que compran metales, que aseguran que son “los que mejor pagan las latas”. 

“Éramos los más pobres del pueblo”

Este anciano explica que, antes, le pagan las latas a 80 céntimos, pero que ahora han subido unos 5 céntimos. Así, actualmente consigue un beneficio de 85 céntimos por cada una: “me entretengo, las chafo y cuando tengo siete u ocho sacos las llevo”.

Volviendo a por qué se ve obligado a realizar una tarea así, con sus 90 años, afirma que responde a todos los gastos asociados a la vivienda, aunque tenga su “pensión fija”: “en el piso que vivo, pues entre comunidad, la luz, el agua y alguna historia que otra del Ayuntamiento, que te saca un montón de recibos, que si recogido de basura que si limpieza de tuberías…”.

Una situación que, desafortunadamente, ya vivió desde niño, asegurando que nació en una familia muy humilde. “Mi padre cuando la guerra murió, no conocí a mi padre. Y resulta que éramos los más pobres del pueblo”, cuenta, añadiendo que “mi madre iba a limpiar como podía, nos dio de comer como pudo la mujer y nos crio”.

Este anciano también relata que, cuando empezó a salir con las chicas del pueblo, se dio cuenta de que no era visto con buenos ojos por sus familias por su situación económica. “Las chicas me querían, querían mi compañía, pero cuando le decían a su madre ‘me acompaña el hijo de Miguela’, le decían que ‘no hija mía’. ‘¿Cómo te vas a ir con ese chico si no tiene ni para comer? ¿Cómo te va a mantener?’”, motivo por el que le daban la espalda, por ser “precario”.