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Una mujer de 38 años se va a vivir a una residencia de ancianos por 280 euros al mes: “la mejor decisión que he tomado en mi vida”

Le cuesta apenas 280 euros al mes y asegura que “ha sido estupendo” para su salud mental.

Mujer joven con anciana
Una mujer de 38 años se va a vivir a una residencia de ancianos por 280 euros al mes: “la mejor decisión que he tomado en mi vida” |Envato
Esperanza Murcia
Fecha de actualización:
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El problema de la vivienda no solo afecta a España, sino que es un verdadero desafío en otros países del mundo. Especialmente para los jóvenes, a los que les es imposible ahorrar lo suficiente para poder emanciparse. El caso de Alice Amayu lo ejemplifica a la perfección, y es que a sus 38 años se encuentra viviendo en una residencia de jubilados. ¿El motivo? Necesitaba un lugar para vivir y aquí le ofrecían un alquiler barato.

Tal como cuenta ella misma, no es normal ver a un treintañero en una residencia, pero cada miércoles, cuando se reúne con sus compañeros para jugar al bingo, se da cuenta de que es “la mejor decisión que he tomado nunca”. Todo comenzó cuando rompió con su expareja y necesitaba un sitio para vivir. “Mientras buscaba un apartamento que tuviera todo lo que buscaba y que pudiera permitirme, estuve dos meses viviendo en un Airbnb, lo que me estaba resultando bastante caro”.

Un fin de semana, visitó a una de sus tías favoritas en la residencia donde vivía, y le explicó casualmente que estaba buscando casa. Fue entonces cuando le dijo que había un apartamento libre a pocos minutos de la suya, y que buscaban inquilinos para ocuparla. “No entendía cómo iba a poder entrar en la residencia de ancianos si la edad estaba estipulada, pero ella me aseguró que ya habían hecho excepciones antes. Estaba segura de sí misma y me dijo que la asociación de propietarios del pueblo estudiaba las solicitudes caso por caso”, detalla al medio ‘Business Insider’.

Y, aunque al principio no estaba muy segura, porque no compartía varias normas de la residencia, como el tiempo límite para las visitas o las horas de silencio, presentó su solicitud, en la que incluyó una breve carta explicando su situación, una prueba de ingresos, un informe de crédito, una foto de carné y la recomendación de su tía.

“La mudanza fue surrealista”

Seis semanas después, Alice supo que la habían cogido, asegurando que “la mudanza fue surrealista”. El motivo es que su nuevo apartamento, con dos dormitorios, costaba 500 dólares australianos (sobre 280,74 euros), con la tasa de servicio incluida, mientras que la mayoría de apartamentos “normales” que había visitado costaban entre los 2.800 y 3.200 dólares.

Al llegar, cuenta que todo el mundo se presentó e incluso le ayudaron a montar los distintos muebles. Y poco tiempo después ya implantó su rutina. Sus mañanas son de lo más tranquilas y se ha apuntado a clases de yoga, monta en bicicleta de vez en cuando, va al bingo todos los miércoles y por la tarde trabaja por cuenta propia.

Siempre con tiempo para disfrutar también el resto del día: “voy a la tienda de comestibles o a la cafetería más cercana, horneo o me siento en el porche a recordar viejos tiempos en conversaciones interminables. Son cosas que siempre espero con ilusión, y son sorprendentemente tranquilas”, relata.

“Ahora lo veo como mi hogar”

Tras más de un año viviendo en la residencia, Alice asegura que ya no la ve como un “trampolín” hacia un sitio mejor, sino que “ahora lo veo como mi hogar”. En este sentido, explica que nunca se ha sentido fuera de lugar y que “vivir rodeado de gente que no tiene prisa por vivir la vida ni está consumida por la tecnología ha sido estupendo para mi salud mental”.

“Mis vecinos hablan de sus experiencias vitales, de los libros que han leído, de los trabajos que echan de menos, y me ofrecen consejos no solicitados pero significativos. Conozco a sus amigos y familiares, y de paso hago nuevas amistades”, relata para el citado medio, asegurando que este nuevo hogar ha reconfigurado sus ambiciones vitales y su forma de ver la vejez.

“Aquí he encontrado una paz inmensa, y es mi definición de una vida maravillosa. Es reconfortante saber que los 70 y los 80 no son tan malos después de todo. Como he aprendido de quienes me rodean, se puede seguir siendo alegre, hacer amigos y empezar nuevas aficiones, independientemente de la edad”, añade al respecto, al tiempo que afirma que, esta experiencia, le ha enseñado a ser “mejor amiga y vecina”.