Romper con un hijo sigue siendo uno de los grandes tabúes en España. La sola idea puede provocar rechazo y muchos juicios sociales. Así lo hemos podido comprobar en la cultura popular, donde los distanciamientos entre padres e hijos han ocupado portadas y horas de televisión.
Ejemplos como el de Rocío Carrasco y su hija Rocío Flores, la fría relación entre Jesulín de Ubrique y Andrea Janeiro, fruto de su relación con Belén Esteban, o los numerosos desencuentros de Isabel Pantoja con sus hijos Kiko Rivera e Isa Pantoja, han evidenciado hasta qué punto estos conflictos familiares se han convertido en asunto de debate público y controversia.
Pero hay padres que, tras años de dolor, se ven empujados a tomar la dura decisión de alejarse de su propio hijo para proteger su salud mental y su paz. Silvia Jiménez, psicóloga, ha puesto voz en sus redes sociales a este proceso silenciado que viven muchas familias: “Hay hijos que dañan y por muy duro que sea el proceso, un padre o una madre tienen que alejarse de ese hijo”.
Cómo es el proceso de ‘cortar’ con un hijo
El relato de Jiménez despieza las etapas que atraviesan los padres: “Por la primera fase que pasamos es negación y culpa. A mí esto mi hijo no me lo puede estar haciendo. ¿Qué he hecho mal?”, narra la terapeuta, describiendo el desconcierto de quienes han dado todo por sus hijos y no logran entender el daño recibido: “Tú te ves que has dado lo mejor, más incluso quitándotelo de ti, y no entiendes cómo ese vínculo puede romperse de forma tan dañina”.
Tras el shock, llega la fase que puede desgastar más, la reconciliación: “Intentaremos conversar, dialogar, acudiremos donde nos digan con tal de solucionar la situación, haces y cedes a lo que quiera”, detalla la psicóloga. Aquí se agotan todos los recursos como mediadores, psicólogos, pactos, ruegos, incluso sacrificios personales, “como si nos dicen que nos bebamos el poso de café”. La expectativa es que, en algún momento, el hijo reaccione. Pero la realidad es que muchas veces la otra parte ni quiere ni colabora.
Cuando ya no queda nada más que intentar, llega el momento de reconocer que la situación no va a cambiar: “Esto cada vez está más complicado, yo no puedo hacer nada”. Este punto de la situación es importante:
“Empezaremos un poco a decir, creo que esto no es lo que yo quería cuando estaba intentando tener un hijo o traer una vida al mundo. Yo no era para esto. Ahí empezamos un poco a reflexionarlo y a valorarlo”.
La aceptación real solo llega cuando se toma la decisión más dura, que es poner límites y, en casos extremos, distanciarse. Jiménez advierte que este momento suele ser el de mayor conflicto: “La otra persona, tu hijo, no va a aceptar esos límites, se va a ofender, incluso puede aumentar el conflicto”. Además, la culpa se transforma en miedo al qué dirán y en un duelo privado que casi nadie reconoce.
El temor al juicio social y la propia conciencia pesan demasiado: “Si luego vienen los del entorno diciendo que eres mala persona porque estás decidiendo que no puedes más con tu hijo, pues apaga y vámonos porque cada uno sabrá lo que tiene en su casa”, cuenta la psicóloga.
El duelo por el hijo que ya no está
Y por último, llega el duelo. Silvia aclara que romper con un hijo, aunque sea necesario, “desgarrará” a cualquier padre o madre, “porque ha sido algo que impensable para ti un distanciamiento, un alejamiento de tu propio hijo por mucho daño que te estuviera haciendo”.
Se trata de un duelo real, aunque la sociedad lo niegue o lo ridiculice. La psicóloga insiste en que este duelo es imprescindible y que solo atravesándolo es posible sanar y reconstruir una vida sin la presencia, o sin el daño, del hijo.
Vivir sin dejar de amar
El mensaje final de Jiménez es un recordatorio de que la salud mental y la paz de los padres importan:
“Cuando hayas pasado todo el proceso, no quiere decir que tú vayas a dejar de amar a tu hijo, sino que también aprenderás a vivir porque él ha decidido esa historia y lo aceptas. Tú continuarás tu vida y ellos continuarán la suya. Y todos están felices y cada uno haciendo su vida sin machacársele uno al otro”.
El vídeo de Silvia Jiménez, lejos de la espectacularización televisiva o el morbo de los grandes casos mediáticos, da voz a los padres anónimos que atraviesan este calvario en silencio.

