Roland tiene 61 años y vive en Suiza. Hasta hace poco, llevaba más de cuatro décadas trabajando en la misma empresa. Ahora, se encuentra en búsqueda activa de empleo tras haber sido despedido de forma inesperada, cuando estaba ya muy cerca de completar el periodo necesario para jubilarse sin penalizaciones. “Después de 40 años de lealtad, me han tirado como una bolsa de basura”, lamenta.
Su historia, recogida en una entrevista al medio suizo watson, muestra una situación agridulce, pero cada vez más habitual entre trabajadores veteranos, que es la de perder el empleo en la recta final de su vida laboral y encontrarse con enormes dificultades para volver a trabajar. “Nunca pensé que me pasaría algo así a esta edad”, reconoce.
Durante más de 40 años, Roland trabajó en una única compañía, donde realizo diferentes funciones. “Empecé como vendedor por correspondencia y fui asumiendo nuevas funciones hasta llegar a jefe de logística”, explica. Mientras otros compañeros abandonaban la empresa, él decidió quedarse, formarse y reciclarse. “Siempre me adapté a lo que hacía falta. Aprendía cosas nuevas para seguir siendo útil”, asegura.
“Fue totalmente inesperado”
El despido llegó de forma abrupta, ya que Una mañana, la empresa comunicó que suprimiría 200 puestos de trabajo en toda Europa. Aunque la cifra era reducida en comparación con la plantilla total, Roland estaba entre los afectados. “Fue totalmente inesperado, un choque enorme”, recuerda.
No se trató de una prejubilación ni de una salida pactada. “No hubo retiro anticipado ni plan especial. Simplemente, un despido”, relata. Poco después supo que parte de su trabajo había sido deslocalizado a otros países. “Mi puesto se repartió entre Alemania, Austria y Eslovenia”, señala.
Sobre las razones del despido, Roland tiene pocas dudas. “Probablemente ya costaba demasiado”, afirma. También cree que pudo influir haber comentado en alguna ocasión que se planteaba una jubilación anticipada. “Supongo que eso también fue determinante”, añade.
Tras recibir la carta de despido, comunicó a la empresa su intención de consultar con un abogado. “Después de eso, me ofrecieron seis meses de salario como indemnización”, explica. A su juicio, “sin esa pequeña presión, probablemente no lo habrían hecho”.
“Llueven los rechazos”
Desde entonces, Roland se inscribió en la oficina de empleo y ha comenzado a enviar curriculums. “He presentado más de 150 solicitudes”, asegura, pero todos con el mismo resultado, que tal y como dice con sus palabras “Llueven los rechazos”.
Solo ha conseguido un empleo temporal relacionado con la logística, que ya ha finalizado. En otra empresa, un responsable de personal fue especialmente claro. “Me dijo que el puesto solo era atractivo para jóvenes”, relata. La remuneración era de 18 francos suizos por hora, unos 19,30 euros. “No puedo contratar a alguien de más de 55 años, es una directriz interna” comenta.
Ante esta situación, Roland se ha planteado jubilarse de forma anticipada, aunque reconoce que no es una opción justa. “Me faltan cuatro años y perdería una gran suma de dinero”, explica tras consultar con su banco. “No debería verme obligado a hacerlo”, insiste.
“La lealtad acaba saliendo cara”
Roland también critica el debate sobre el retraso de la edad de jubilación, que considera “desconectado de la realidad”. En su opinión, muchas empresas ven a los trabajadores veteranos como una carga económica. “No solo por el salario, sino por las cotizaciones”, explica.
Según detalla, en Suiza las empresas pagan un 18% de cotización por los trabajadores mayores de 55 años, frente al 7% que abonan por los empleados de entre 25 y 35 años. “La lealtad acaba saliendo bastante cara”, afirma. Entiende que los jóvenes no quieran igualar ese porcentaje porque afectaría a sus salarios, pero considera que el sistema penaliza claramente a los empleados con más experiencia.
Además, critica los planes para dificultar la jubilación anticipada con el objetivo de aliviar el gasto en pensiones. “Un empleado de 65 años quizá pueda seguir si conserva su puesto, pero los que somos despedidos antes no tenemos prácticamente ninguna posibilidad”, señala. “Solo nos queda la jubilación anticipada, y encima quieren poner más trabas”.
Pese a todo, Roland no se rinde. Continúa enviando solicitudes de empleo, aunque reconoce sentirse decepcionado. “Después de tantos años, duele ver lo poco que vale la lealtad hoy en día”, afirma. Aun así, mantiene una actitud prudente y algo de esperanza. “No quiero jubilarme todavía”, insiste. “Puede que la suerte termine sonriéndome”.

