La población joven se enfrenta a uno de los peores escenarios que se recuerdan en las últimas décadas, y así lo ha advertido la socióloga Miriam Jiménez, en una intervención reciente en el programa ‘la Sexta Xplica’ en la que ha asegurado que “la gente joven está más cerca de vivir debajo de un puente que de ser un cryptobro que especula con la vivienda y se hace rico”.
Su afirmación refleja el creciente malestar ante la pérdida de oportunidades de emancipación y la persistencia de un mercado inmobiliario tensionado, marcado por precios históricamente elevados y un horizonte laboral que no acompaña a las necesidades de quienes pretenden iniciar un proyecto vital propio.
El sistema no garantiza expectativas de prosperidad
Jiménez ha sostenido en defensa de este argumento que las expectativas de enriquecerse rápidamente a través de la especulación inmobiliaria no se corresponden con la realidad socioeconómica de la mayoría de la población joven.
“¿En qué sistema creemos que vivimos? el trozo de pastel a repartir no es tan grande, no da para que todos nos hagamos ricos y nos llenemos las manos y vivamos de las rentas”, ha aseverado. La socióloga ha vinculado este fenómeno con un modelo que prioriza la rentabilidad inmediata frente a la estabilidad social a largo plazo.
En esta línea, ha añadido que las generaciones jóvenes han crecido bajo un marco en el que la vivienda se ha consolidado como activo financiero, no como derecho social, una tendencia que, según apunta el último informe del Observatorio de Valoración de la AEV, se ha intensificado en territorios tensionados, donde la inversión con fines especulativos o turísticos desplaza la residencia habitual.
Impacto del cortoplacismo y debilitamiento del futuro juvenil
La especialista ha subrayado que las sociedades que aspiran a perdurar deberían “poner la atención no solo en el beneficio cortoplacista”, denunciando que “invertir en vivienda, convertirlo en un bien de mercado, especular con ella y empobrecer a la juventud” supone hipotecar el futuro colectivo.
Jiménez ha insistido en que garantizar estabilidad para la juventud es un imperativo social, puesto que la precariedad laboral, la dificultad de acceso a financiación y el incremento de los precios de la vivienda actúan como factores que erosionan su compromiso y participación económica.
“Pensar a largo plazo es cuidar a la juventud y darle un futuro”, ha apuntado, subrayando la contradicción existente entre la exigencia social hacia el esfuerzo individual y un mercado que no ofrece condiciones materiales suficientes para alcanzarlo.
Un problema estructural
La reflexión de Jiménez se vincula con los diagnósticos recientes sobre el mercado residencial español. Los informes sectoriales mencionados anteriormente confirman que el esfuerzo necesario para alquilar y comprar se ha incrementado, ampliando la distancia entre ingresos medios y precios disponibles. En este escenario, la socióloga ha advertido que “¿cómo lo van a hacer si un trabajo a día de hoy no te paga una vivienda, no te paga una vida digna?”, señalando que la desconexión entre salarios y coste habitacional alimenta la frustración generacional.
A juicio de Jiménez, esta falta de horizonte estable influye además en la manera en que la juventud proyecta su vida profesional. “Los jóvenes se fijan en el presente porque le hemos robado el futuro”, ha afirmado, señalando que la inestabilidad residencial se convierte en un freno para la formación, el emprendimiento y la creación de familias.

