Un ingeniero aeroespacial ‘se muda’ a las profundidades marinas para demostrar que vivir en el océano es posible

El ingeniero aeroespacial Rüdiger Koch, lleva algo más de dos meses viviendo en una cápsula a 11 metros de profundidad en la costa de Panamá, para demostrar que vivir en el océano es posible mientras consigue batir un nuevo récord mundial.

Concretamente, Koch está instalado en Puerto Lindo en la provincia de Colón. Desde allí estuvo en contacto con la agencia AFP, donde explicó que, según su experiencia, “mudarnos al océano debería ser una opción que consideremos, Aquí abajo es mucho más pacífico, no es como la vida urbana. Lo único que se escucha son las olas y un leve murmullo de los peces”.

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La cápsula del ingeniero cuenta con un espacio de unos 30 metros cuadrados. Dispone de una cama, un inodoro portátil, una bicicleta estática, una televisión y un ordenador con internet satélite. Pese a lo bien equipada que está la cápsula, se puede apreciar la falta de un elemento fundamental para cualquier persona, una ducha.

Cómo superar el reto de estar 100 días bajo el agua

Desde que iniciara su aventura el pasado 26 de septiembre, el alemán tiene establecida una rutina muy precisa. Como el mismo explica, “me levanto a las seis de la mañana, reviso las noticias, trabajo un poco y luego preparo mi desayuno”. Otra parte fundamental de su rutina pasa por resolver los problemas técnicos que puedan surgir en la cápsula. 

Koch ha querido asegurar que no siente que esté sufriendo durante su periodo en las profundidades, la única pega que puesto es que “lo más difícil es resistir las ganas de explorar más allá de mi cápsula”. Para pasar el tiempo y mantenerse motivado, Koch recurre a la obra de Julio Verne ‘Veinte mil leguas de viaje submarino’. 

Su objetivo es permanecer bajo el agua el tiempo suficiente para superar el récord de pasar 100 días bajo el agua de Joseph Dituri. Para verificar que lo cumple y que se encuentra bien, la cápsula está constantemente vigilada por cuatro cámaras. Aunque, tal y como describió el experto en seguridad que vigila a Koch, “hemos enfrentado fuertes vientos, lluvias y olas que dificultan visibilidad. Estar solos en medio del océano es un reto en sí mismo”.

Para hacérselo un poco más fácil, el ingeniero recibe suministros desde la superficie, y las visitas de sus hijos y de un médico. Asegura que lo primero que hará será darse una buena ducha de “al menos una hora”.