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Albino, albañil boliviano en España: “En Bolivia ganaba 400 euros. Aquí me dejo la espalda por 1.300, pero al menos se valora más”

Este albañil explica cuánto se cobra realmente y por qué aún así sigue eligiendo este oficio, donde admite que “se deja la espalda”.

Albino, albañil boliviano en España
Albino, albañil boliviano en España |Adrián G Martín | YouTube
Francisco Miralles
Fecha de actualización:
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La crisis de mano de obra o la falta de personal en el sector de la construcción en España es un hecho incontestable. Mientras los jóvenes nacionales parecen haber perdido el interés por los oficios manuales, los andamios de nuestro país se sostienen, en gran medida, gracias a trabajadores que cruzan el océano buscando un futuro mejor.

Es el caso de Albino, un albañil boliviano de 42 años que ha protagonizado el último vídeo del canal de emprendimiento de Adrián G. Martín, donde ha hablado sin tapujos sobre cuánto se gana realmente poniendo ladrillos y las diferencias abismales entre trabajar aquí y en Latinoamérica.

Albino no es un recién llegado. Lleva 17 años en el oficio (“media vida”, como él mismo reconoce), los últimos seis en España. Su historia representa la de miles de profesionales que han tenido que adaptarse a una nueva forma de construir para poder enviar dinero a casa.

De los 400 a los 1.400 euros

Uno de los puntos más interesantes de la entrevista es cuando se ponen las cartas sobre la mesa respecto al dinero. Existe el mito de que en la obra se gana mucho dinero, pero la realidad actual es distinta a la burbuja inmobiliaria de hace dos décadas. Ante la pregunta directa del entrevistador sobre cuánto gana un albañil en España hoy en día, Albino es claro y dice que “unos 1.300 o 1.400 euros”.

La cifra, que corresponde a un oficial con experiencia trabajando de lunes a viernes sus 8 horas de jornada laboral, cobra otro sentido cuando se compara con su país de origen. “Allí en Bolivia, por el mismo trabajo y las mismas horas, son unos 400 euros al cambio”, confiesa.

El trabajador confirma que en España multiplica por tres sus ingresos realizando la misma labor física. Sin embargo, no todo es el dinero. Al ser preguntado si se sienten bien pagados, la respuesta en la obra es unánime: no lo suficiente para el riesgo y el desgaste físico que conlleva. A sus 42 años, Albino sigue al pie del cañón, pero reconoce que es un sector duro donde el cuerpo pasa factura.

Más allá del salario, Albino destaca en la entrevista el choque cultural y técnico que supone para un albañil extranjero aterrizar en una obra española. La profesionalización y la variedad de materiales en España es muy superior, lo que obliga a estos trabajadores a reciclarse rápidamente.

“Las diferencias principales son los materiales”, explica Albino. “Por ejemplo, en Bolivia tenemos solo una clase de yeso. Aquí hay muchas. Y con el cemento pasa igual: allí hay uno, aquí tienes cemento rápido, cemento normal, morteros de todo tipo...”. Esta variedad, que depende muchas veces del presupuesto del promotor (“de lo que el dueño se quiera gastar”), supone un reto añadido para los trabajadores que vienen de fuera.

Albino recuerda con cierta nostalgia sus inicios, cuando su primo, que fue su maestro, le introdujo en el oficio con una frase que se le quedó grabada: “El ladrillo es solo mover la mano un poquito”. De esa enseñanza básica en el campo de Bolivia a levantar chalets de lujo en España hay un abismo técnico que Albino ha sabido cruzar.

Un sector que depende de los trabajadores de fuera

Más allá del dinero, Albino destaca una diferencia técnica que sorprende a quienes no son del gremio: la calidad y variedad de los materiales. Para un profesional de la construcción, España es un terreno de juego mucho más complejo.

“Las diferencias principales son los materiales”, explica Albino. “Por ejemplo, en Bolivia tenemos solo una clase de yeso. Aquí hay muchas. El cemento también; allá es una clase y aquí tienes cemento rápido, cemento normal, morteros de todo tipo... esas cosas no las tenemos allí”. Esta variedad obliga al trabajador extranjero a un proceso de adaptación y aprendizaje constante para dominar productos que dependen, muchas veces, “de lo que el promotor se quiera gastar”.