
La noticia no es solo el cambio de color, sino la guerra soterrada por el control de Windows. Microsoft ha anunciado a bombo y platillo que la legendaria “Pantalla Azul de la Muerte” desaparece tras casi 40 años. Pero lo que la compañía va más allá y el verdadero motivo de este cambio está en la seguridad, ya que la caída mundial provocada por CrowdStrike el año pasado ha forzado a Microsoft a cerrar el núcleo de Windows a los antivirus externos.
A partir de este verano, cada vez que tu PC falle en Windows 11, verás una pantalla negra minimalista, sin la cara triste ni el QR de ayuda. El mensaje es más limpio, sí, pero también más aséptico: “Tu dispositivo tuvo un problema y necesita reiniciarse”. Los códigos de error y el nombre del driver siguen ahí, pero todo lo superfluo desaparece.
Microsoft vende el cambio como una mejora estética y de claridad. “Esto es realmente un intento de lograr claridad y proporcionar mejor información, permitiéndonos llegar al núcleo del problema para solucionarlo más rápido”, insiste David Weston, vicepresidente de seguridad del gigante de Redmond. Sin embargo, la jugada va mucho más allá de un simple lavado de cara.
Cuando CrowdStrike derribó Windows
El 2023 quedará en la memoria de Microsoft como el año en que un solo proveedor externo, CrowdStrike, colapsó millones de ordenadores en todo el mundo. La actualización defectuosa de este software de ciberseguridad (con acceso privilegiado al núcleo del sistema operativo) dejó fuera de combate a bancos, aerolíneas y multinacionales. De esta forma, aunque ya venía de antes, la famosa pantalla azul se convirtió en un símbolo del caos, de ahí su famoso nombre de “la pantalla azul de muerte”.
Ahora, Microsoft ha iniciado una transformación, cambiando el diseño de esta pantalla de error, pero que en realidad solo es la punta del iceberg de otras mejorar, que la compañía de Bill Gates no ha querido destacar como que los antivirus y soluciones de seguridad dejarán de tener acceso al kernel de Windows.
Hasta ahora, programas como Bitdefender, CrowdStrike o ESET operaban en las entrañas del sistema, capaces de causar (como se ha demostrado) un daño en el sistema si algo salía mal. Ahora, Microsoft implementa una nueva capa de software que obliga a estos productos a funcionar en “user mode”, como cualquier otra aplicación, lejos del núcleo del sistema.
Esto, según la empresa, permitirá mantener la monitorización de amenazas, pero evita que un fallo externo pueda volver a paralizar el mundo. Las grandes firmas de ciberseguridad, de momento, colaboran con Microsoft en esta transición, pero la realidad es que pierden poder y acceso como nunca antes.