Cada año, millones de trabajadores cuentan los días para su próxima escapada, convencidos de que cuanto más largas sean las vacaciones, mayor será el descanso. El verano, para muchos, es sinónimo de desconexión total, de romper con la rutina y, sobre todo, de recargar energías. Pero, ¿realmente es así? ¿Existe una fórmula mágica para volver de vacaciones sintiéndose verdaderamente renovado?
Según un estudio realizado por la Universidad de Nimega (Países Bajos) y publicado en el Journal of Happiness Studies, el pico de felicidad y bienestar que nos dan las vacaciones no sigue creciendo cuanto más se alargan los días libres. De media, ese punto máximo llega en torno al octavo día. A partir de ahí, la satisfacción no solo deja de aumentar, sino que incluso puede empezar a diluirse.
La explicación está en cómo nos enfrentamos al descanso. “La duración ideal es sobre todo la que te permite cortar realmente con el trabajo”, advierte la psicóloga Bénédicte Pichard, especializada en salud laboral. Más allá de la cantidad de días, la clave está en la calidad del tiempo libre y en la capacidad real de “experimentar y vivir otra cosa para reposar la mente”. Según la experta, no sirve de nada sumar días de vacaciones si durante ese tiempo seguimos atados mentalmente al móvil, al correo o a las preocupaciones de la oficina.
¿Por qué nos aburrimos de las vacaciones?
El propio estudio neerlandés confirma que después del undécimo día, el placer empieza a decaer y, para muchos, aparece una especie de cansancio o, incluso, aburrimiento. El motivo es que para una parte de los trabajadores, el cerebro se adapta rápido a la falta de novedades y el descanso deja de tener ese efecto renovador que buscamos.
La manera en la que ocupamos nuestras vacaciones influye tanto o más que la duración: “Las actividades psíquicas juegan muchísimo. Pasar las vacaciones con el móvil, mirando redes sociales o Netflix, son actividades costosas psíquicamente. Hay que hacer cosas que, al final, permitan descansar y desconectar”, resume Pichard en las declaraciones recogidas por el medio Ouest-France.
Ser consciente de la relación con el trabajo
Otra clave, según la psicóloga, es aprender a identificar los comportamientos que nos atan al trabajo incluso estando de vacaciones, como revisar el correo, responder mensajes por WhatsApp o planificar la agenda de la vuelta. “Para descansar de verdad en vacaciones, es primordial poner en marcha cosas para no ser indispensable en el trabajo. Una vez hecho esto, hay que detectar esos comportamientos que nos devuelven al oficio y romper con ellos”, insiste.
Las consecuencias de ignorar estos consejos se notan al volver de vacaciones, ya que el cerebro retoma la rutina laboral con una rapidez que puede dejar sin efecto el descanso acumulado.
Son mejores unas vacaciones cortas y planificadas
Por todo lo anterior, muchos expertos recomiendan, siempre que sea posible, espaciar los días de vacaciones a lo largo del año en vez de gastarlos todos de una vez. De este modo, el cuerpo y la mente tienen oportunidades de recuperarse de forma periódica, en vez de acumular el cansancio hasta el límite.
“Fraccionar o no, depende de cada persona. Hay quien aguanta hasta poder coger vacaciones largas, pero la realidad es que quizá no descansan tanto como piensan”, señala Bénédicte Pichard. Esto ayudaría a evitar una acumulación de fatiga imposible de eliminar en una sola tanda.
Por último, para aprovechar realmente las vacaciones, la psicóloga recomienda no solo planificar la desconexión, sino también el regreso: “Una vez retomado el trabajo, se necesita un tiempo de adaptación, más o menos largo según la profesión, para recuperar la agilidad y las rutinas”, concluye.

