Encontrar un empleo con un buen sueldo no parece una tarea fácil. A menudo, se piensa que para lograrlo es necesario tener estudios superiores, pero no siempre es así, como en el caso de una mujer de 51 años que gana más de 70.000 dólares al año (más de 65.000 euros) en uno de los trabajos más demandados de su país que no requiere título universitario.
Según una entrevista publicada en la serie ‘Ditching the Degree’ de ‘CNBC Make It’, Bridgette Tena, una mujer de 51 años sin un título universitario, gana más de 70.000 dólares al año combinando su trabajo como techadora con el sector inmobiliario. Además, administra su propio negocio, B. Barela Construction, que generó cerca de 200.000 dólares (189.000 euros) en ingresos el año pasado y está en camino de superar esa cifra en 2024.
El trabajo de techador en Estados Unidos es uno de los considerados más peligrosos del país, con una de las tasas más altas de accidentes laborales mortales, según el Departamento de Trabajo. Un sector en el que no ha sido fácil entrar para esta mujer, ya que explica es “es un mundo de hombres”, pero en el que ella se ha hecho un hueco trabajando con un equipo formado por otras mujeres.
Gracias a la pandemia encontró una nueva profesión
La llegada de Bridgette a la profesión de techadora fue hace 4 años, como una forma de complementar sus ingresos en el sector inmobiliario y entender mejor la construcción. Sin embargo, lo que comenzó como un trabajo secundario pronto se convirtió en su verdadera pasión. “Trabajar en este campo es difícil, no me malinterpreten, pero es sumamente gratificante. Es el mejor trabajo que he tenido. Me encanta lo que hago”, explicó en el medio.
En 2020, cuando la pandemia disminuyó la actividad en el sector inmobiliario, decidió aprovechar el tiempo para sacarse una licencia de contratista, necesaria para poder hacer reformas en el país. Tras unos meses de preparación y una inversión de 20.000 dólares (casi 19.000 euros), que eran todos los ahorros que tenía en ese momento, fundó su empresa B. Barela Construction, llamada así en honor a su abuelo.
Su jornada comienza a las 6 de la mañana y se extiende hasta las 4 de la tarde, pero además está siempre preparada para atender emergencias fuera del horario laboral. El trabajo diario incluye subir por escaleras para alcanzar techos que pueden estar a más de nueve metros de altura, quitar materiales dañados, instalar nuevas tejas y reparar agujeros. Una profesión llena de riesgos, lo que no es un problema para ella que asegura usar siempre el equipo de protección adecuado, y destaca que el esfuerzo físico se compensa con la satisfacción de ayudar a las personas a proteger sus hogares.
Aunque un principio pensó que era un “trabajo de hombres” y que no era un mundo para ella explica que “crear un entorno inclusivo para las mujeres en la construcción comienza con nosotras” y se ha formado en programas especializados, para ampliar su oferta de servicios y mejorar sus habilidades.
De este modo prevé seguir trabajando en el sector por muchos más años. “La gente siempre va a necesitar un techo, por lo que siempre habrá demanda de techadores”, explicó. “No solo estás trabajando, sino que estás protegiendo lo que es más importante para las personas: sus hogares. Es difícil encontrar ese tipo de satisfacción en muchos trabajos”.
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