Los empleados de cruceros trabajan sin descanso. Se trata de un sistema que se beneficia de mano de obra de países emergentes y con una escasa regulación, como Filipinas, India, Indonesia, Honduras o Perú. Aceptan condiciones de trabajo inhumanas porque, lo que tienen en su país de origen, es peor todavía. Llegando incluso a parecer “un sueño” trabajar los 7 días de la semana con jornadas de hasta 12 horas diarias.
Tal y como ha desvelado el diario ‘Le Monde’, en una serie de reportajes especiales, esta tripulación suele vivir en las cubiertas inferiores de los barcos, en estrechos camarotes sin ventanas equipados con dos literas y baños compartidos. Pasando a la jornada laboral, trabajan 7 días a la semana, entre 10 y 12 horas al día, con una protección social muy escasa. Los cocineros, camareros o agentes de seguridad ganan entre 900 y 1.100 dólares al mes (entre 767 y 937 euros) y cuando terminan sus contratos temporales pasan varios meses en casa de “vacaciones” sin remunerar.
Con estas jornadas, que violan cualquier normativa de derecho laboral occidental, les es imposible tener una vida fuera del trabajo. Además de que suelen aprovechar las pausas de las escalas para poder dormir, porque a veces las horas que les quedan por la noche son insuficientes. Tal como ha podido saber el citado medio, un empleado puede trabajar hasta 72 horas a la semana: “Esto supera con creces la norma occidental de 48 horas, e incluso la de países que tienen las jornadas laborales legales más largas, como India, Pakistán, Tanzania o Uganda”, comenta una profesora especializada en las condiciones laborales de estos trabajadores, Angela Teberga de Paula.
El mar, un vacío legal
La inspectora de la Federación Internacional de Trabajadores del Transporte (ITF), Corine Archambaud, explica a ‘Le Monde’ que el océano es un universo “sin leyes”, citando, por ejemplo, la ausencia de baja por maternidad o de una tabla salarial común para los accidentes laborales. Lo cuenta también Joël Callix, un hondureño de 37 años que se lesionó la espalda transportando cajas pesadas sin protección, lo que le provocó dos hernias discales: “Cuando solicité que me hicieran más pruebas médicas, la compañía me dio un billete de vuelta a mi casa, en Honduras, sin indemnización alguna”.
“Nos tratan como a máquinas”
Los trabajadores de cruceros tachan de “disciplina militar” el día a día en el barco: “Nos tratan como máquinas. Además, algunos jefes de equipo, en particular los indios, piensan que, como mujeres, debemos agachar la cabeza ante ellos”, cuenta Helena, una colombiana de 29 años, al medio francés, que trabaja en la tienda de un crucero.
A pesar de ello, para muchas personas se trata de una gran oportunidad, por el hecho de poder ganar 1.000 dólares al mes, con alojamiento y comida, lo que les permite enviar dinero a su familia. Los trabajadores más pobres, lo ven hasta como una suerte: “Antes limpiaba en un aeropuerto de Dubái por más o menos lo mismo, pero tenía que pagar el alquiler y las facturas”, explica Vanessa, de 45 años, originaria de Filipinas y encargada de la limpieza de los camarotes. “Trabajar en un barco es como un sueño para mí. Así que pienso seguir mientras pueda, porque después de los 40 años es difícil encontrar trabajo en Filipinas”, relata.
Glitz, también de Filipinas y encargada de la vigilancia de la piscina, opina lo mismo: “podré pagar los estudios de mis hijos”. Es por esta razón por la que, desde sus países de origen, se ven como empleos con prestigio, aunque sea a costa de trabajar 7 días a la semana, sin ningún día de descanso, y sin meses sin ver a la familia: “Para mis padres, tengo un trabajo de ensueño. Vivo en un barco de lujo, paso mi tiempo viajando, pero no se imaginan lo que eso implica”, concluye Helena.

