Tener un buen trabajo hoy en día es tener flexibilidad, buenos horarios y como no, un buen salario. Por eso, siempre buscamos trabajos que nos permitan libertad, que se pueda conciliar la vida familiar con la laboral y en ciertos casos la posibilidad de teletrabajar desde casa. Ahora, esto no siempre ha sido así, y en la España de la posguerra las prioridades y el estatus eran radicalmente distintos.
Con el paso de los años, las preferencias han cambiado y en aquel entonces, el éxito no se medía por el tipo de ordenador que usabas, sino por la autoridad moral que tenías en el pueblo y, sobre todo, por la seguridad de tener la despensa llena cuando el racionamiento apretaba. No era un trabajo de oficina ni un puesto burocrático gris, sino una profesión que otorgaba a quien la ejercía el título de “Don” y una posición social reservada solo para la élite local.
Este es el empleo que en la posguerra te garantizaba la vida y hoy nadie quiere
La profesión que en la España de los años 40 y 50 era símbolo absoluto de estatus y hoy sufre para encontrar relevo es la de Médico de Familia, especialmente en el entorno rural. Si bien hoy en día lo vemos como un servicio público básico, a veces saturado y con listas de espera, en aquel entonces era la cumbre de la pirámide social.
Ser el médico del pueblo significaba formar parte de las llamadas “fuerzas vivas” de la localidad, junto al alcalde y el cura. Pero su privilegio iba más allá del respeto: era económico y nutricional. Gracias al sistema conocido como “la iguala”, las familias pagaban al médico una cuota fija, que en la posguerra frecuentemente se abonaba en especies. Mientras la mayoría de la población sobrevivía a base de cartillas de racionamiento, en la casa del médico nunca faltaban huevos frescos, aceite, jamón o gallinas. Era un “manjar” laboral reservado a unos pocos licenciados.
El cambio drástico llegó con la modernización del sistema de salud y la Seguridad Social. La figura del médico perdió ese aura de autoridad incuestionable para convertirse en un profesional más, y lo que antes era un destino soñado por cualquier estudiante, hoy es la especialidad con más plazas desiertas del país.
Por qué hoy sobran las plazas
Hay que decir, que la medicina sigue siendo una carrera vocaciones, pero la especialidad de Familia parece que necesitar darle una vuelta para volver a ser más atractiva. La realidad es que la cosa ha cambiado con respecto a aquella época dorada, pues y según datos oficiales, los jóvenes doctores de ahora huyen de este destino.
Según los datos facilitados por el Ministerio de Sanidad tras la convocatoria MIR de 2024, la especialidad de Medicina de Familia y Comunitaria rompió su propio récord negativo dejando 459 plazas vacantes incluso después de una sesión extraordinaria de repesca. Los “ingredientes” de este rechazo son claros: una sobrecarga asistencial que obliga a ver a decenas de pacientes al día, condiciones laborales precarias en zonas de difícil cobertura y un salario que, comparado con el esfuerzo y la responsabilidad, ha dejado de compensar a las nuevas generaciones.
La preparación para ocupar este puesto requiere hoy un sacrificio enorme que no encuentra la recompensa de antaño. Tras seis años de carrera y un duro examen de oposición, muchos aspirantes prefieren renunciar a su plaza o repetir el examen al año siguiente antes que aceptar un puesto en la Atención Primaria. Lo que hace setenta años aseguraba una vida de comodidades y prestigio social, hoy se ha convertido en una profesión de trinchera donde, paradójicamente, hay trabajo garantizado todas las semanas porque faltan manos para cubrirlo.

