La forma en la que nos comunicamos, especialmente en el ámbito laboral, ha cambiado radicalmente en la última década. La digitalización ha popularizado el teletrabajo o las reuniones virtuales, sobre todo a raíz de la pandemia, viéndose como las formas de comunicación en el sector profesional han ido evolucionando a la par que también lo han hecho las nuevas tecnologías.
Un dato que lo demuestra es que, en 2024, el mercado global de videoconferencias alcanzó un valor de 33.040 millones de dólares y se espera que supere los 60.000 millones en 2032 (según datos de Fortune Business Insights). Para Camille Petit, Sales Manager para Iberia en Jabra, “no es de extrañar”.
“Frente a las reuniones presenciales, las virtuales se han posicionado como una opción preferente en términos de productividad, agilidad y rentabilidad. Han permitido integrar talento remoto, optimizar tiempos, fomentar la colaboración y reducir desplazamientos innecesarios”, señala esta experta. Ahora, la pregunta que lanza es: videoconferencias sí, pero ¿con la webcam encendida o apagada?
“Es importante no perder de vista el impacto de la visibilidad durante las reuniones virtuales. Nuestro estudio apunta a una conclusión clara: cuando los participantes pueden escucharse bien y verse con claridad, se sienten más seguros y están más presentes”
“Cuando los participantes pueden escucharse bien y verse con claridad, se sienten más seguros y están más presentes”
Como explica Camille Petit, “es comprensible que la presencia visual en las reuniones a distancia genere cierta presión”. Un estudio que desarrollaron en Jabra, junto a la London School of Economics, reveló que el pensamiento independiente puede caer hasta un 19% cuando las personas son conscientes de que están siendo observadas. “Además, existe cierto debate sobre si una empresa puede exigir a sus empleados que activen la cámara durante una videollamada”, señala.
Sobre este último punto, advierte de que conviene ser claros: “la legislación española, concretamente el artículo 87 de la Ley Orgánica de Protección de Datos y Garantía de los Derechos Digitales (LOPDGDD), establece los límites en cuanto al uso de medios digitales en el entorno laboral. Es decir, hay un marco normativo que protege a los empleados y su intimidad, definiendo cómo se puede utilizar esta tecnología. Pero más allá de eso, es importante no perder de vista el impacto de la visibilidad durante las reuniones virtuales. Nuestro estudio apunta a una conclusión clara: cuando los participantes pueden escucharse bien y verse con claridad, se sienten más seguros y están más presentes”.
“A través del cuerpo expresamos emociones, dudas, entusiasmo o desacuerdo. Esas señales no verbales son las que marcan la diferencia entre una reunión informativa y una colaboración real”
La visibilidad en una videoconferencia duplica la participación y expresividad
La Sale Manager de Iberia lo tiene claro: “ser visto no es solo cuestión de protocolo o vanidad”. Los datos, explica, lo avalan: la visibilidad en una videoconferencia duplica la participación y la expresividad e incrementa hasta un 20% la capacidad cognitiva de los participantes. “Al fin y al cabo la comunicación humana es mucho más que palabras. A través del cuerpo expresamos emociones, dudas, entusiasmo o desacuerdo. Esas señales no verbales son las que marcan la diferencia entre una reunión informativa y una colaboración real”, afirma Camille.
Por eso, explica que “activar la cámara cambia radicalmente la experiencia. Te inclinas hacia la pantalla, asientes, sonríes, estableces contacto visual... Aunque trabajes a kilómetros de distancia, tu presencia se hace tangible. No solo para quién escucha, sino también para quién habla aporta ventajas: el saber si el mensaje se está entendiendo o ver la recepción que tiene entre tus interlocutores, aumenta la confianza y ayuda a una comunicación más fluida”.
“Cámaras con inteligencia integrada, software intuitivos y auriculares con cancelación de ruido, no son lujos, son herramientas necesarias”
No basta con encender la cámara
Para Camille Petit, “el entorno y el equipo que utilizamos marcan la diferencia”. En este sentido, apunta que el 65% de los encuestados de su informe señalaron que “las reuniones virtuales pierden eficacia cuando la tecnología no acompaña”. Al respecto, uno de los formatos que más carencias presenta son las reuniones híbridas: aquellas que combinan profesionales conectados de manera remota y otros reunidos de forma presencial.
¿Cuál es el motivo? “El 95% de estas colaboraciones se realiza en salas de oficina pequeñas; sin embargo, la mayoría de ellas no están bien equipadas para promover conversaciones fluidas, flexibles y de calidad en las que todos puedan ser vistos y escuchados”, apunta.
Por esta razón, recalca que “la tecnología que se pone al servicio del trabajo híbrido debe estar a la altura. Cámaras con inteligencia integrada, software intuitivos y auriculares con cancelación de ruido, no son lujos, son herramientas necesarias. Permiten que las voces se escuchen con nitidez, que los rostros se vean con claridad y, sobre todo, que las personas se sientan cómodas participando. Frente a la presión que puede generar “ser visto”, las empresas deben ofrecer tecnología que empodere, no que intimide. Que conecte, no que controle”, manifiesta rotunda.
En definitiva, esta experta concluye que “el futuro del trabajo no es solo híbrido, es profundamente humano. Cuando podemos vernos y escucharnos con claridad, conectamos mejor, colaboramos con más sentido y avanzamos juntos”. Por ello, “el efecto visibilidad no es una metáfora vacía, es un fenómeno real respaldado por los datos y la experiencia”.

