Un hombre que trabajaba en el ámbito sanitario desde joven decidió dejarlo todo y abrir una barbería con solo 31 años, ya que se dio cuenta de que el objetivo de su vida era cuidar a las personas, y ambas profesiones lo conseguían. Ahora bromea diciendo que ofrece terapia en el sillón de su peluquería porque, según cuenta, muchos hombres se vuelven más vulnerables en la barbería y le cuentan sus historias y problemas del día a día.
Tate Yohe, embajador de Wahl y productor de la serie Chairapy, se convirtió en técnico en emergencias médicas a los 24 años y pasó a ser barbero a los 31. Todo le vino por inspiración familiar, ya que su propia abuela era enfermera y su madre terapeuta respiratoria, así como su padrastro compartía profesión con él (era también técnico de emergencias médicas), según explica en una entrevista para Business Insider.
“Las conversaciones en la mesa en mi casa no eran típicas. A menudo hablábamos de las emergencias médicas que habían atendido ese día, pero me gustaba escuchar sus historias”, recuerda Yohe.
A pesar de esto, no quería dedicarse a la medicina, por lo que después de la preparatoria, decidió seguir su propio camino y se apuntó a la escuela culinaria. Aunque pronto descubrió otra pasión: “me uní al departamento de bomberos voluntarios de mi localidad y me di cuenta de que me gustaba la adrenalina del trabajo.” A los 24 años ya era técnico de emergencias médicas a tiempo completo.

Ser técnico de emergencias médicas le dio una comunidad muy importante, de hecho, podría decirse que a esto le debe haber conseguido tan grandes amigos: “mis colegas eran mi familia.” Pero tuvo que vivir una tragedia. Su cuñado enfermó de cáncer y murió a los 32 años. “Fue trágico, y para mí, desdibujó la línea entre mi trabajo y mi vida personal.” Esto no fue lo único malo que le ocurrió en esa etapa, ya que un día acudió a una llamada donde un hombre joven falleció de un paro cardíaco.
“Ver el dolor de su esposa me recordó demasiado el dolor que estaba padeciendo mi hermana. Sabía que era hora de alejarme”, recuerda Yohe.
Los viajes a la peluquería con su abuelo le inspiraron
Pasó un año haciendo trabajos esporádicos (pintor, seguridad, camarero), intentando descubrir quién era cuando no estaba en una ambulancia. “Me di cuenta de que el propósito de mi vida es cuidar a la gente.” Recordó entonces aquellos momentos con su abuelo:
“Tenía recuerdos muy buenos de ir a la barbería con mi abuelo. Había cinco o seis hombres charlando. Me llamó la atención que la barbería fuera un lugar donde los hombres se reunían y creaban comunidad.”
Al principio, la idea de cambiar de rumbo laboral le resultaba extraña: “La idea de tocar el pelo de la gente me daba asco, pero aun así solicité entrar en la escuela de barbería.” Y sin embargo, algo cambió en cuanto cruzó la puerta: “En cuanto entré, me sentí como en casa. El olor a talco y loción para después del afeitado me transportó a aquellos días con mi abuelo.”
El cuidador de una barbería histórica
Para obtener la licencia tuvo que completar 1250 horas de formación. En ese tiempo comprendió algo profundo: “Mi mentor me dijo que el corte de pelo es solo el 25% del servicio; el 75% restante consiste en crear un espacio para que la gente se vea y se escuche. Como barberos, promovemos la autoestima. Si alguien se va sintiéndose mejor que cuando entró, he cumplido con mi deber.”
Después de graduarse, trabajó con otros cuatro barberos. “Yo era el más joven, tenía unos 30 años, y el barbero mayor tenía casi 80. Bromeábamos y aprendíamos el uno del otro.” Aquel buen rollo en el trabajo le recordó a la del parque de bomberos.

Hace cuatro años tuvo la oportunidad de comprar una barbería abierta desde 1928. “No me considero el dueño de mi barbería: soy el encargado. Estaba aquí mucho antes que yo y espero que siga aquí mucho después.”
“Solía sostener vidas, ahora sostengo espacio”
Así describe él su nueva misión. Cuando entra un cliente nuevo, suele romper el hielo con un “¿Qué tal tu semana?” y deja que la conversación fluya.
“La tranquilidad de la barbería tranquiliza a mis clientes. He llegado a creer que los hombres necesitan un tercer espacio, un lugar que no sea el trabajo ni el hogar, donde puedan hablar de ambos. La barbería es para mi comunidad.”
Mientras corta el pelo, escucha historias de todo tipo. “Mi clienta, Christina, estuvo en Irak varias veces, y mi amigo George cumplió 17 años en una prisión federal.” Son historias que merecen ser contadas, por eso creó Chairapy, una serie en YouTube para compartirlas. Pero recuerda: “La gente no necesita un video de YouTube para sentirse vista o escuchada. Eso es algo que puedo ofrecerles cuando entran al taller.”
Antes, dice, “pasé la mayor parte de mi carrera sosteniendo vidas en mis manos, y con demasiada frecuencia viéndolas terminar. Ahora, no estoy sosteniendo vidas, sino abriendo un espacio para que los hombres entren y hablen de lo que tengan en mente.”
Pero toda su vida se resume así:
“Sigo cuidando a la gente, sólo que de una manera diferente.”

