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Una albañila no se corta al hablar de lo que gana en la obra: “Antes cuidaba ancianos y no tenía vida, ahora me dejo la espalda por 1.200 euros y con horas extra puedo llegar a 1.500"

Sara explica cambió el servicio doméstico por la construcción, y ahora se gana la vida como dice ella “levantando casas a golpe de esfuerzo”.

Sara y una nómina
Una albañila explica que la obra es un trabajo muy duro, pero le gusta y a veces puede llegar a los 1.500 euros |YouTube
Francisco Miralles
Fecha de actualización:
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Durante años, la construcción en España ha sido sinónimo de trabajo duro y, sobre todo, masculino. Pero ese estereotipo se rompe cada vez más, aunque sigue siendo raro ver mujeres entre sacos de cemento y andamios. El canal de YouTube“Quique Vásquez Historias de Migrantes” ha puesto rostro y voz a este fenómeno con la historia de Sara, una “catracha” de 36 años que decidió dejar atrás el empleo doméstico para meterse de lleno en la albañilería.

Me decían que eso no era para mujeres, que no podía con el ritmo. Pero yo lo tenía claro: los trabajos no son para hombres o mujeres, son para las personas”, cuenta Sara, natural de San Pedro Sula, que lleva cinco años buscando su sitio en España. Su primer empleo, como el de muchas migrantes, fue cuidando a una pareja de ancianos, de interna, “de lunes a domingo, sin vida para una misma”. Hasta que un día decidió dar el salto al andamio.

“Ahora gano 1.200 euros, a veces 1.500 si hay horas extra, pero el esfuerzo es brutal”

Sara empezó “haciendo chapuzas” sin contrato, aprendiendo sobre la marcha, “haciendo pasta, picando paredes, tirando escombros”. Ahora, tras dos años trabajando legalmente como peón de obra, ya sabe manejar las herramientas y no se echa para atrás ante ningún encargo.
“La obra es dura, muy dura. Hay días que toca cargar sacos de cemento de más de 30 kilos, subir escaleras, trabajar al sol o con frío. Muchos creen que por ser mujer no puedes, pero demuestras el doble y ahí te ganas el respeto”, explica. Su jornada empieza a las ocho de la mañana y termina a las seis de la tarde. “Trabajo de lunes a viernes, con descansos para comer y desayunar, pero el ritmo es intenso. Cada semana me mandan a una obra diferente; hoy aquí, mañana en otro sitio.”

El salario es mejor que el de empleada doméstica, pero está lejos de ser ideal para el sacrificio que exige. “Cobro 1.200 euros de base, pero puedo llegar a 1.500 con extras. En la construcción se gana mejor que limpiando casas, pero te dejas la espalda”, admite.
El contraste con épocas pasadas es evidente: “Antes, en la construcción se ganaban 3.000 o 4.000 euros, ahora cuesta llegar a fin de mes y muchas chicas ni se lo plantean”.

Sara destaca un matiz que sorprende: “Los españoles, en general, son más respetuosos en la obra. Los problemas que he tenido por ser mujer han venido más de compañeros latinos o marroquíes, que aún piensan que esto no es para chicas”. Pero añade que “cuando demuestras que puedes, te respaldan”. Y en su caso, el propio jefe de obra la elogia: “Sara no pone pegas a nada. Le pides cualquier tarea y la hace sin mala cara. Ojalá todos fueran así”.

Un trabajo que exige cabeza, cuerpo… y mucho coraje

Lo más duro, reconoce, es el cansancio físico. “Llegas a casa y te duele todo, sobre todo la espalda y las rodillas. Pero lo prefiero mil veces a estar encerrada interna en una casa, porque aquí tengo mis horarios, puedo hablar con mi familia, y siento que aprendo algo nuevo cada día”.

Aprender el oficio no fue fácil: “Nunca había agarrado una herramienta, todo lo aprendí aquí, desde cero. Las herramientas tienen nombres distintos a los de mi país, y hay máquinas que facilitan el trabajo, pero no dejan de exigir fuerza y ganas”.

La pandemia de 2020 fue el peor momento, sin trabajo y gastando ahorros. “Me fui a Madrid a cuidar un niño por 200 euros al mes, solo para tener algo. Después, poco a poco, conseguí entrar en la construcción, con la ayuda de conocidos”.

“Sueño con tener mi propia empresa”

Pese a todo, Sara mira al futuro con ambición: “No quiero quedarme siempre de peón. Me estoy formando, quiero sacar cursos, y si puedo, montar mi propia cuadrilla y contratar a otros. España te da la oportunidad, pero tienes que luchar mucho”.

Para terminar la empresa manda un mensaje: “No tengan miedo. No nací sabiendo nada de construcción, pero si te esfuerzas, se puede. Que no te digan que no eres capaz por ser mujer. Hay que salir, buscar la oportunidad y aprovecharla”.