Silvia es una jubilada de 75 años que vive en Fontenay-aux-Roses, una pequeña ciudad al sur de París. Ella reconoce que su pensión le permite “llevar una vida normal, pero sin lujos”. Según cuenta al medio LeFigaro, durante 10 años fue funcionaria y es madre de una hija. Ha pasado gran parte de su vida adulta cargando con deudas que en ocasiones superaban los 40.000 euros y cualquier imprevisto económico la empujaba a negociaciones amargas con las entidades bancarias.
Pese a vivir sola, no le faltaban propiedades, pues tenía su apartamento principal, dos casas cerca de Saint-Brieuc, que usaba como segunda residencia y las cuales estaban pendientes de una reforma integral, varias parcelas agrícolas en Bretaña y la región de Oise, además de distintos trasteros. Incluso llegó a vender un piso en Normandía para tratar de recomponer sus finanzas. Nada de eso fue suficiente.
Pero. la situación comenzó a cambiar en abril de 2025, cuando descubrió Merci Prosper, un fideicomiso de inversión inmobiliaria creado en 2023 que ofrece a mayores de 65 años la posibilidad de vender solo una parte de su viviendasin perder el uso del inmueble.
Vendió el 34,82 por ciento de su piso y recibió 50.000 euros
Después de que le valoraran el piso (un piso de 73 metros cuadrados, en un edificio antiguo sin ascensor), la empresa le ofreció comprar una tercera parte (34,82 % para ser exactos) la cual estaba valorada en 280.000 euros, después de tasarla.
La respuesta de esta jubilada fue rápida y dijo que “por esa participación recibí 50.000 euros”, explican desde Merci Prosper. El acuerdo quedó formalizado ante notario mediante un contrato de copropiedad. Desde entonces, Sivia sigue viviendo en su vivienda sin cambios visibles.
La empresa, registrada como entidad social (ESUS), mantiene la minoría de la propiedad durante un máximo de 10 años. La jubilada puede alquilar su vivienda por temporadas, hacer reformas sin autorización previa y disfruta de todos los ingresos del alquiler. Eso sí, asume los gastos habituales, incluido el impuesto predial, mientras que las grandes reparaciones se reparten según el artículo 606 del Código Civil francés.
“A diferencia de una hipoteca inversa, la vivienda no queda gravada”, subrayan desde la propia compañía. Aun así, la operación no estuvo exenta de costes: además de los honorarios notariales, Sylvie pagó 5.000 euros en comisiones.
El contrato de copropiedad expira en diez años, es decir, que cuando llegue 2035, Sylvie tendrá tres opciones. La primera es vender el piso, ya sea a Merci Prosper o a un tercero, y recibir el valor correspondiente al 65,18 por ciento que aún posee. La segunda opción consiste en recomprar la participación de la empresa al precio de mercado. La tercera posibilidad pasa por pagar una “cuota de ocupación”, que funciona como una renta calculada únicamente sobre el porcentaje del inmueble que no le pertenece.
Si decide vender su parte a un tercero, la compañía está obligada a vender también la suya para que el 100 por ciento de la propiedad cambie de manos. Además, puede legar a su hija la nuda propiedad de su participación, una decisión que le permite reducir la carga fiscal sucesoria.
“Pude librarme de los alguaciles que me perseguían”
Pese a la complejidad del mecanismo, Sylvie habla del acuerdo como un alivio. “Me permitió salir de deudas y librarme de los alguaciles que me perseguían. Ahora voy a intentar gestionar mi presupuesto de otra manera”. Con los 50.000 euros ya ingresados, asegura que todavía conserva unos 9.000 euros “para empezar la reforma de una de mis casas en Bretaña”.
El caso de esta jubilada francesa pone el foco en modelos alternativos de acceso a liquidez que están ganando terreno en Francia ante el aumento del endeudamiento privado y la presión inflacionaria sobre los pensionistas. Una vía que permite obtener dinero sin renunciar al derecho a seguir viviendo en la vivienda, pero que obliga a una planificación financiera precisa para evitar que la solución de hoy se convierta en un problema mañana.

