Sandra tiene 52 años, trabaja como periodista y vive con su hijo de 15 años. A primera vista podría parecer una historia habitual dentro del sector, marcado desde hace años por la inestabilidad y los ingresos ajustados. Pero su situación va mucho más allá. Tal y como ha contado en declaraciones a Der Spiegel, trabaja como editora a tiempo parcial con tres empleos adicionales y aun así su vida está atravesada por cálculos, pues tiene preocupación sobre qué pensión le quedará cuando se jubile.
En total, percibe 38.000 euros brutos al año. La mayor parte, unos 29.800 euros, provienen de su empleo en un diario. A eso añade 5.400 euros por colaborar con la revista corporativa de una constructora, 2.000 euros por crear contenidos para webs y páginas de Facebook y otros 1.200 euros por trabajos ocasionales para un centro comunitario municipal. Todo para llegar a fin de mes sin renunciar a lo esencial.
“Por ejemplo, tengo 50 euros para la farmacia, el papel higiénico y el detergente”, relata. Cada inicio de mes divide lo que entra en casa en sobres bien diferenciados. Es la única forma de controlar que no gasta más de lo presupuestado. Solo puede destinar 25 euros al sobre del futuro de su hijo, una cantidad que a menudo mira con frustración. “Me gustaría ahorrar más, pero no puedo”, lamenta.
La pensión pendiente
Vivir con un presupuesto tan ajustado tiene un coste emocional añadido, pues Sandra reconoce que en ocasiones se descubre pidiendo a su hijo que no coma o beba tanto como le gustaría. Después llega la culpa. “Está creciendo y hace mucho deporte. Luego pienso: ¿Estoy loca? ¿Qué le pasará si digo algo así?”, se pregunta en voz alta.
Su pequeño lujo, dice, son los pasillos de productos no alimentarios de Aldi y otras cadenas de descuento. Adornos de temporada, pequeñas decoraciones navideñas o de Pascua, detalles que hacen más llevadero un día a día que en realidad no deja espacio para muchos caprichos.
La hipoteca es su mayor carga. Cada mes destina 789,50 euros entre cuota y amortización adicional. A eso se suman 710 euros en suministros, tasas y obligatorios, que van desde el impuesto de bienes inmuebles hasta las cuotas de la comunidad, el seguro o el cambio de neumáticos. Además, paga 50 euros por la línea de móvil y cerca de 240 euros en electricidad, gas y leña. Con el coste de la energía en aumento, incluso calentar agua se ha convertido en un ejercicio de planificación. Si su hijo se ducha por la mañana y ella por la noche, no siempre queda agua caliente.
Sandra reconoce que aplazó pensar en su jubilación durante años. No era una prioridad inmediata y lo urgente siempre ganó terreno a lo importante. Hasta que un día llegó la notificación oficial: su futura pensión se situará en torno a 1.400 euros brutos mensuales (recordemos que ahora mismo cobra casi 3.200 euros al mes).
La cifra la inquieta. “No quiero depender de nadie cuando sea mayor”, confiesa. Sabe que probablemente heredará algo en el futuro, una ayuda que podría aliviar su situación. Pero depender de un apoyo externo tras toda una vida trabajando es una idea que le pesa.
Cuánto gana un periodista en España
En España, un periodista gana de media alrededor de 35.000 euros brutos al año, aunque esta cantidad varía en función del medio, la comunidad autónoma y la categoría profesional. Un redactor jefe ronda los 53.200 euros anuales, mientras que un redactor sénior se sitúa en aproximadamente 38.500 euros y un redactor júnior en torno a 26.000 euros.
Estas cifras proceden de los convenios colectivos de más de 25 grandes empresas del sector, y no incluyen al personal fuera de convenio ni a quienes perciben retribuciones variables. A partir de estos salarios base, la especialización, los años de experiencia y la formación adicional, como másteres en periodismo o en áreas como política, economía o datos, pueden incrementar la remuneración en las etapas más avanzadas de la carrera profesional.
