En España, más de dos millones de personas perciben una pensión de viudedad, y la mayoría son mujeres de edad avanzada que han llegado a la vejez sin pensión propia. El sistema de la Seguridad Social exige al menos 15 años de cotización para acceder a una pensión contributiva y ofrece una pensión no contributiva para mayores que no han cotizado lo suficiente o, directamente, no han cotizado nunca.
Pero la realidad es que muchas mujeres de generaciones pasadas desconocían sus derechos o nunca los reclamaron, y el resultado a día de hoy es que dependen de la pensión de sus maridos o de la pensión de viudedad, en caso de fallecimiento.
Es el caso de Manuela Rueda, que a sus 77 años asegura, en una entrevista para NoticiasTrabajo, estar jubilada gracias exclusivamente a la pensión de viudedad que dejó su marido, militar de profesión, después de una vida laboral marcada por trabajos esporádicos e intermitentes que no le permitieron generar una pensión contributiva propia.
Su fuente de ingresos es la pensión de viudedad
Así, la única fuente de ingresos de Manuela es la pensión de viudedad que dejó su marido al fallecer. Percibe en torno a 1.300 euros mensuales, una cantidad que considera ajustada, “porque yo soy ahorrativa, si no, no me quedaría para nada”, asegura haciendo hincapié en su hábito de ahorro. “Estoy pagando casa, luz, agua, teléfono y el seguro de la muerte”, añade.
A pesar de esos gastos fijos, afirma mantener un nivel de vida sencillo pero cómodo. “Me gusta tener cosas en la casa, porque viene mi amiga o viene mi nieto… Cojo 50 euros y se me van en el día cuando voy a comprar; me gasto un dineral”, reconoce, señalando que la subida de los precios se nota especialmente en las compras del día a día.
Manuela no recibe ninguna otra prestación pública. Trabajó durante varios años en el Ayuntamiento con contratos discontinuos, acumulando en total unos ocho años cotizados, insuficientes para acceder a una pensión contributiva. “Reclamé, pero no me quedaba nada. Estuve bastantes años con contratos, pero no era suficiente”, apunta.
Ante el debate generacional sobre el sostenimiento del sistema de pensiones, la jubilada defiende que los jóvenes contribuyan hoy para asegurar las prestaciones actuales y futuras:
“Está bien que paguen las pensiones de los mayores que han trabajado toda su vida. Que cuiden su pensión”.
El caso de Manuela refleja la situación de miles de mujeres que, tras una vida laboral fragmentada, dependen exclusivamente de la pensión de su cónyuge para afrontar la vejez, un fenómeno persistente pese a la incorporación masiva de la mujer al mercado laboral en las últimas décadas.

