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Judith (78 años), jubilada que cobra varias pensiones de 20.500 euros: “Aprendimos a estirar cada euro”

Viuda, organizada y fiel a los pequeños placeres cotidianos, esta ex empleada municipal explica cómo consigue mantener un estilo de vida activo en una de las ciudades más caras del mundo.

Judith McGowan
Judith McGowan, la jubilada que ahorra hasta el último céntimo de euro |Archivo
Francisco Miralles
Fecha de actualización:
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A sus 78 años, esta londinense forma parte de una generación que aprendió a medir cada gasto y a sacar partido hasta del presupuesto más modesto. Con varioas pensiones en las que llega a cobar 20.500 euros (18.000 libras), podría parecer que vivir en Londres (una de las capitales más caras de Europa) sería un reto constante. Pero, ella asegura que disfruta de una vida “muy buena”, llena de rutinas culturales y pequeñas escapadas que le permite adaptarse a su pensión.

Siempre sé exactamente cuánto gano y cuánto gasto”. Por otro lado, añade que, “me educaron para ser cuidadosa con el dinero”, explica. La clave, reconoce, no está en la cuantía de la pensión, sino en como gestiona y como nos gastamos ese dinero.

La situación de esta jubilada cambio al momento de fallecer su marido hace cinco años. Mientras él vivía, apenas recibía 51 euro semanales de pensión estatal (40 libras). Hoy, como viuda, recibe 857,33 euros, que son una (751 libras al mes). A ello se suman 458,52 euros (402 libras) de la pensión empresarial de su marido, 132.42 euros (116 libras) de un plan de pensiones que él constituyó y otros 140 eros (122 libras) procedentes de sus propios años de trabajo en un ayuntamiento y en el NHS.

Ella tiene miedo de todas las pensiones y prestaciones que cobra. “Todavía tengo la sensación de que un día vendrá alguien a decirme que no tengo derecho a cobrar tanto”, comenta con humor británico.

Aunque sus ingresos no le permiten grandes lujos, es cierto que no tener hipoteca ayuda (la page hace 20 años) y su meticuloso control del presupuesto le proporcionan una base sólida. Sigue viviendo en la casa victoriana de cuatro habitaciones donde crió a sus hijos, un inmueble bonito pero costoso de mantener. “Quiero mudarme a un lugar más pequeño y económico, pero aún no lo he logrado”, relata.

Cultura, ocio y comidas asequibles

Su estilo de vida está sustentado en una serie de rutinas que, según cuenta, no representan un gasto excesivo si se saben elegir los lugares adecuados. Va al teatro dos veces al mes, siempre optando por las matinés menos demandadas: “Suelen costar 30 euros y son excelentes”. También sale a comer fuera unas seis veces al mes, buscando restaurantes locales que permitan llevar vino propio. “Una comida decente por 20 euros no es difícil de encontrar”, asegura.

A ello se suma una ventaja importante y es, que al ser mayor, puede utilizar el transporte público de forma gratuita. Esto le permite acudir con frecuencia a la Biblioteca Británica, donde asiste a conferencias por apenas 12 euros, o al Royal College of Music, que ofrece conciertos y clases magistrales sin coste.

Sus actividades favoritas, sin embargo, apenas requieren dinero. Dirige un club de lectura que se reúne una vez al mes y participa en un grupo de senderismo cuyo único gasto adicional llega si deciden comer fuera.

Austeridad en lo cotidiano, caprichos bien calculados

“Mi generación aprendió a cocinar desde cero y a no desperdiciar nada”, explica. Su gasto en alimentación es modesto: compra en Waitrose porque ofrecen un café y un ejemplar gratuito del The Guardian, y suele gastar alrededor de 15 libras por visita. Desde que enviudó consume menos carne y menos vino, lo que ha reducido aún más la factura mensual.

La ropa la adquiere casi exclusivamente en tiendas benéficas, donde “dice” es posible encontrar prendas de calidad a precios irrisorios. Cuando necesita algo para la casa, recurre al mercado de segunda mano. Sus suministros le cuestan 90 libras al mes y mantiene un plan de llamadas de 22 libras en su teléfono fijo.

Sus dos gastos más elevados son muy concretos: el coche y las vacaciones. Mantener su vehículo “que usa poco” le supone 370 libras al año en seguro, pero lo conserva por la tranquilidad que le aporta. Y, cada final de verano, se concede dos viajes a destinos soleados. Una agencia le organiza paquetes de una semana por unas 350 libras. También se permite algún fin de semana en Europa si encuentra una buena oferta.

Pese a todos estos gastos, consigue ahorrar unas 100 libras mensuales. “Es cuestión de disciplina. Venimos de una época en la que siempre se guardaba algo para los imprevistos”, afirma. Para ella, la seguridad económica no está tanto en el nivel de ingresos como en la constancia.

Lo que para muchos sería una jubilación limitada, para ella es una vida plena hecha de teatro, libros, caminatas, cafés gratuitos y algún viaje al sol. Sin grandes lujos, pero con una satisfacción que, como subraya, “no tiene precio”.