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Luis Miguel Francisco, instalador de Pladur: “Por menos de 2.500 euros no volvería a trabajar por cuenta ajena”

Este instalador de Pladur cuenta cómo pasó de aprendiz a empresario, tras volver a ser asalariado y superar errores que casi lo hicieron dejar el oficio.

Luis Miguel Francisco, instalador de Pladur
Luis Miguel Francisco, instalador de Pladur |Sector de oficios
Francisco Miralles
Fecha de actualización:
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Luis Miguel Francisco es instalador de Pladur, pero los inicios de su vida laboral como trabajador autónomo no fueron fáciles. Empezó a trabajar como aprendiz a los 13 años y muy joven se hizo autónomo, pero por desconocimiento fracaso y tuvo que volver a trabajar como asalariado, pero tras coger más experiencia, volvió a emprender y ahora lidera su propia empresa.

Con 25 años me hice autónomo y me salió mal porque nadie te explica lo que tienes que pagar. Yo pensaba que era solo trabajar y facturar, pero no sabía que tenía que pagar tantas cosas”, empieza en una entrevista realizada a canal de YouTube “Pódcast Sector de Oficios”. “El gestor solo me decía ‘tráeme facturas’. No me explicaba nada. Al final del trimestre te cobraban por todos lados y no sabías ni por qué. En cuanto tuve que poner dinero de mi bolsillo, cerré”, recuerda.

“Empecé a trabajar con 13 años para comprarme unos pantalones”

El oficio de Luis Miguel comenzó casi por casualidad, pues tal y como explica “con 13 años quería comprarme unos pantalones. Mi padre me dijo: ‘¿Quieres dinero? Pues a trabajar’”, cuenta. Su primera obra fue una discoteca en la que tuvo que manipular lana de roca sin apenas medios de protección. “Le cogí manía al aislamiento, pero me picó el gusanillo del trabajo”.

Criado entre herramientas, tornillos y perfilería, creció escuchando la máxima de su abuelo, soldador e inventor de una de las primeras piezas en Z para techos en España: “Un buen oficial tiene que saber inventar lo que necesita en el momento que lo necesita”.

Esa filosofía lo marcó. Trabajó junto a su familia hasta los 18 años, cuando decidió volar solo. “La familia en el trabajo es complicada. O te lo tomas como jefe y empleado o va mal”, dice con franqueza.

“Volví a ser asalariado, pero decidí no volver a trabajar para nadie”

Tras cerrar su primer intento como autónomo, volvió al trabajo por cuenta ajena en una constructora. “Me recuperé económicamente, pero me quemé. No quería seguir trabajando para cobrar 1.800 euros al mes”, confiesa.

El punto y final como asalariado lo marco una operación de codo y los dolores crónicos derivados del oficio. “Después del COVID dije: se acabó. No voy a seguir matándome por un sueldo. Quiero ganar mi dinero y gestionar mi día”.

El cambio llegó cuando encontró un buen gestor y aprendió realmente a llevar sus cuentas. “Ahí entendí cómo funciona todo. Si no lo sabes, te hundes. Si lo sabes, aguantas. Mientras tenga casa, comida y pague mis gastos, lo demás son tonterías”, asegura.

“Un autónomo me pidió 120 euros al día. Cuando vi cómo trabajaba, le pagué 180”

Hoy, Luis Miguel apuesta por la calidad y la reputación antes que por el volumen. “Prefiero generar una marca y que la gente diga: ‘Quiero que esa marca me trabaje a mí’. No quiero ser el más barato, quiero ser el más reconocido”, afirma.

Sin embargo, reconoce las dificultades de escalar en un sector donde la calidad depende del propio profesional. “Sé que no llegaré a los 65 trabajando así. Me cuesta delegar. Me queman las manos. Si contrato a alguien, tengo que estar al lado. Y si tengo que estar delante para que trabaje, ese día ya no tiene que volver”, admite.

Esa exigencia lo lleva a pagar mejor a quien lo merece. “Un autónomo me pidió 120 euros al día. Cuando vi cómo trabajaba, le pagué 180. Pero también hay mucho pirata. Hay quien te cobra 200 y te deja una chapuza. Hay que tener término medio”, explica.

“Hay mucho pirata y pocas obras cumplen la normativa”

Preguntado por la situación del sector, Luis Miguel explica que “hay mucho pirata. No todas las obras se pueden hacer según normativa, porque los precios no lo permiten. Y de eso se aprovecha mucha gente”.

Él defiende trabajar “según libro”, incluso si eso implica perder clientes. “En mis presupuestos pongo siempre que dejo las paredes listas para pintar. Si lo haces bien, el pintor entra y trabaja sin problemas. Pero claro, eso cuesta más, y muchos solo miran el precio”.

A sus treinta y pocos años, Luis Miguel combina juventud y veteranía. “Llevo trabajando desde los 13. Me considero mayor, porque no tuve la juventud de otros”, dice entre risas.

Su objetivo ahora es consolidar una marca que trascienda su nombre. “No quiero depender solo de mí. Quiero que cuando alguien vea Rifranplac piense: ‘Esa empresa trabaja bien’. Que mi marca hable por mí”.

A pesar del desgaste físico y las dificultades del sector, mantiene el orgullo del oficio. “Esto es duro, pero da muchas satisfacciones. No hay nada como ver una obra terminada sabiendo que todo lo que está detrás lo has hecho tú”. Ahora, con su empresa ya formada, lo tiene claro: “Por menos de 2.500 euros no volvería a trabajar por cuenta ajena”.