La vida de ser camionero tiene dos cara. Por un lado, están los que piensan que se gana mucho dinero, mientras viajas y conoces paisajes y gente. Pero luego está la cara que nadie conoce y es, la que viven los propios camioneros que pasan sus días y muchas veces sus noches al volante, a lo que hay que sumar el cansancio, la soledad y los sacrificios por un sueldo, que para nada es lo que todo el mundo piensa.
En este sentido, Royki que es un Youtuber con más de 750 mil seguidores en Youtube ha entrevisto a Laur Garage, un camionero y creador de contenido que cuenta como es su vida siendo camionero y a manos de un tráiler. Su voz es la de miles de transportistas que se levantan antes del amanecer y terminan su jornada entrada la medianoche.
“Trabajo 12 horas al día, tres o cuatro días a la semana”
Laur empezó en el oficio por herencia. “Mi padre era camionero en Rumanía. Cuando venía a casa, se traía el camión y yo prefería dormir dentro antes que en mi cama”, recuerda. Desde entonces, su vida ha estado ligada a los camiones. “Conduje mi primer camión con 12 años. Si no te gusta de verdad, no aguantas este trabajo”.
A día de hoy, trabaja en transporte regional, lo que significa que, con suerte, duerme en casa. “Mi jornada es de unas 12 horas. En lugar de cinco días, hago tres o cuatro, pero son días enteros de carretera, carga, descarga, y vuelta a empezar. No hay descanso real”.
Laur lo explica con números y resignación: “Un camionero regional puede ganar entre 1.700 y 2.300 euros al mes. Si haces nacional, puedes llegar a 2.500 o 2.700, y los de internacional rondan los 3.000. Pero claro, no ves a tu familia en dos semanas”.
Los jóvenes, dice, ya no quieren subirse a un camión. “No porque falten chóferes, sino porque las condiciones son malas y no está pagado. Si traes gente de fuera y les das peores condiciones, lo único que haces es empeorar lo que ya hay aquí”.
A su lado, otro compañero lo resume con crudeza: “Trabajo de lunes a viernes. Hay días que llego a las 15 horas de curro. Me paré una vez con 14 horas y 50 en Valencia. Imagínate: de 24 horas, casi 15 son de trabajo”.
“Te acostumbras a comer rápido y dormir donde puedes”
En las áreas de servicio, la soledad y la falta de comodidades son parte del paisaje. “Hay parkings donde no tienes ni un baño. Si quieres ir, no hay dónde. Por eso muchas botellas que ves tiradas están llenas de pis”, cuenta Laur sin tapujos.
A pesar de todo, conserva la sonrisa. “A mí mi trabajo me gusta. Disfruto conduciendo, pero hay que ser responsable y tener mucha paciencia. No es solo llevar el camión, es aguantar el tráfico, las esperas y a veces el maltrato. Hay sitios donde te tratan fatal”.
El peligro también está siempre presente. “Hace unos años mataron a un camionero por intentar evitar un robo. Otro compañero polaco se quedó sin matrícula y su jefe le dijo que se buscara la vida. Yo le ayudé a hacer una nueva, porque si no nadie le echaba una mano. A veces solo hace falta eso, alguien que te ayude un poco”.
“Todo lo que tienes en casa ha llegado en un camión”
Laur lo resume con una reflexión que desarma: “Cuando vas de vacaciones y te molesta ver camiones en la carretera, piensa que todo lo que disfrutas —la cerveza fría, el protector solar, la comida del chiringuito— ha llegado ahí gracias a un camionero”. “Si los camioneros paramos una semana, el país se colapsa. Pero nadie se da cuenta hasta que falta algo en los estantes”.
Su sueño, dice, es sencillo. “Tener mi casa, vivir tranquilo y rodearme de buena gente. No hace falta tener mucho dinero, solo bienestar. Y sobre todo, ser buena persona. Creo que el karma existe: si ayudas, la vida te devuelve cosas buenas”.
Cuando termina la jornada, Laur está agotado. Son las doce y media de la noche. “Hoy hemos hecho unas 10 horas de conducción. Si las hicieras seguidas, sin parar, te garantizo que te destrozan. Pero aún así me gusta lo que hago. Es un trabajo duro, sí, pero también muy humano”.
“Piensa que todo va en camión. Desde tu móvil hasta la comida que tienes en la nevera. Por eso, la próxima vez que veas uno en la carretera, dale las gracias en lugar de pitarle”.

