Montar un bar en España puede ser el negocio más habitual, pensando es, el más seguro, pero nada más lejos de la realidad puedes ser una de las mayores pesadillas económicas, incluso si se sabe llevar y se cuenta con gran experiencia.
Así, lo explica Javier, dueño de un bar “Pou Café Tapes”, donde ha sido entrevistado para el canal de Eric Ponce, donde cuenta cual es la cruda realidad de tener un bar o un negocio de la hostelería en el país.
“Mis hijos decidieron montar este bar porque no estaba haciendo nada estando en casa. Me gustaba cocinar, pero tampoco me imaginé que esto iba a ser como es”, cuenta Javier, que empezó el proyecto lleno de ilusión.
Para él, la aventura arrancó con una inversión relativamente pequeña. “Me salió bien de precio, invertí 35.000 euros”, recuerda. Lo que en un principio parecía una oportunidad asumible ha terminado convirtiéndose en una carga que crece cada día, condicionada por las exigencias del sector y los obstáculos que van surgiendo.
La situación es tan compleja y difícil que su negocio apenas consigue mantenerse abierto. “Mi esposa viene a ayudarme y, a veces, mi nuera también, porque tampoco puedo pagar a un empleado”, explica resignado.
Además, de que esa falta de personal, le obliga a hacer jornada laborales, que superan, y con creces la jornada laboral de 8 horas, siendo agotadoras. “Trabajo de siete de la mañana a once de la noche todos los días”, relata. Aun así, ese esfuerzo no siempre es suficiente para llegar a todo.
“Muchas veces me dan las tres o las cuatro de la mañana sin poder dormir pensando mañana tengo que pagar esto, de dónde voy a sacar el dinero para pagarlo, Dios mío”, dice lamentándose.
Javier admite que la inexperiencia también ha influido a la hora de llevar su negocio. “Yo tenía a los ayuntamientos y a los bancos que venían a desayunar, pero claro, al no tener experiencia como hostelero… ellos vienen con un tiempo medido, con su media hora para comer, y eso creo que me minó el trabajo también”, relata.
A pesar de las horas invertidas y del sacrificio, la situación se ha vuelto insostenible para el y su familia. “No tenemos tampoco recursos; yo, por ejemplo, no tengo cómo para decir voy a seguir con el bar”.
En su opinión, la hostelería atraviesa un escenario difícil en todo el país. “Un bar no es para hacerse rico”, afirma con claridad. Por eso lanza un mensaje a quienes estén pensando en emprender en hostelería. “Yo a una persona que no sepa de bares no le aconsejo abrir uno”.
Sus palabras reflejan la cruda realidad de tener un bar. “No sé cómo se sostienen los otros bares, no lo sé, pero yo estoy en la ruina total”.
Aun en medio de esta realidad, Javier mantiene una promesa hacia sus clientes y mantiene sus precios justos. “Lo que me descuentan las empresas con las que compro lo reflejo en el cliente”, explica. Desde que abrió mantiene inalterados los importes del café y de la cerveza tanto en barra como en terraza. “Lo mismo que vale el café o la cerveza en la terraza, vale en la barra”.
Su forma de entender el negocio es sencilla y empática. “El precio es el mismo porque también entiendo a la gente, no todo el mundo está para pagar precios que no son”.
Pese a las dificultades, continúa esforzándose para ofrecer un espacio cercano y accesible. Para él, el bar es algo más que un negocio: es la voluntad de dar un servicio honesto incluso en medio de la adversidad.

