Pasarse el día enganchado al móvil. Una acción tan habitual, convertida ya casi en norma, que es una adicción como cualquier otra. En ello coinciden diversos expertos y estudios que lo confirman y que avanzan advierten de la serie de nocivos efectos que puede desarrollarse tanto en el corto como en largo plazo en todas las personas, pero sobre todo en los niños cuyo cerebro en formación es más propenso a los estímulos externos.
Otra conducta recurrente dentro del hecho del uso excesivo del móvil es entregárselo a los pequeños como salvavidas, o por necesidad. Ya sea por entretenimiento, para que se entretengan jugando o visualizando contenido, o con fines educativos, para realizar tareas escolares o interactuando con tipo de contenido ‘aprender jugando’, es frecuente verles pegados a la pantalla. No en vano, son la generación bautizada como nativos digitales.
Por tanto, a pesar de la gran potencialidad del teléfono móvil como fuente de ventajas, como toda herramienta, tiene su doble filo si se realizar un mal u abusivo uso del mismo: “Los peligros son muchos. Los niños aún no han desarrollado las habilidades suficientes ni tienen la educación necesaria para usar Internet de forma responsable”, afirma María Guerrero, psicóloga y experta en esta cuestión. ¿Cómo afecta, de esta manera, para un menor estar enganchado a la pantalla del móvil?
La nomofobia
No mobile-phone phobia: nomofobia. En otras palabras, el miedo a quedarse sin móvil. ‘Tener mono’ de móvil al poco tiempo de quedarte sin él, ya sea por no tener batería o habértelo olvidado, o no poder parar de caer en la tentación de consultar la pantalla para ver si ha entrado alguna notificación. Según un estudio realizado en Reino Unido en 2011, el 53% de las personas sufren ansiedad y otros síntomas si no tienen el móvil.
Esto quiere decir que si los niños abusan del móvil van a desarrollar dependencia. Como si de otra adicción que pueda perjudicar la salud se tratase. “Hay chicos que tienen unos índices de adicción ya al teléfono móvil muy importantes. Es una adicción como cualquier otra con toda la sintomatología de una adicción, con su síndrome de abstinencia y todas sus consecuencias”, prosigue Guerrero.
Entre ellas, se ha observado que aquellos que están enganchados al móvil desarrollan en su cerebro un neurotransmisor inmiscuido en sistemas de recompensa, control de la inhibición y de los estados del ánimo. En otras palabras, posee cambios físicos y mentales que pueden cambiar la identidad del futuro individuo. Por ello, La Academia Americana de Pediatría y la Sociedad Canadiense de Pediatría solo recomienda el uso de terminales a partir de los 3 años y por un tiempo limitado, que iría creciendo en función de la edad.
Efectos mentales
Comprobar las stories de Instagram, el último tweet de sus amigos o que ha respondido todos los mensajes en WhatsApp resta tiempo de otras actividades como desarrollar sus habilidades sociales, fundamental en los niños. Ese mundo virtual suele ser mezclado con la realidad, confundiendo parcelas de ambas, lo que puede forzar a focalizarse en el mismo, evadiéndose de la realidad. Abusar de los móviles dificulta la socialización cara a cara, reduce la interacción social y puede llevar al aislamiento.
Asimismo, la Asociación de Psicólogos canadienses también alerta sobre la mayor propensión a sufrir trastornos mentales como depresión, ansiedad o estrés u otros de tipo cognitivo como la dificultad para expresarse, retrasos cognitivos y emocionales, o un mayor aumento de la impulsividad y falta de autocontrol. Todos ellos consecuencia del infradesarrollo de las habilidades sociales, como la empatía y la socialización, y la consolidación psíquica.
Efectos físicos
El fenómeno del vamping, o sustituir horas de sueño por la luz azul de las pantallas de los móviles, no para de crecer. Según los expertos de la UOC, “más del 60 % de los adolescentes tenían su móvil en la habitación cuando se iban a la cama, y hasta el 80 % estaban una o dos horas consultando la pantalla cuando sus padres pensaban que estaban durmiendo”.
Esa adicción también se come algo vital como el descanso, vital en la edad infantil y la adolescencia, ya que los móviles envían “información contradictoria” al cerebro. Ese ‘tengo que estar despierto fatal desencadenaría en el trastorno del sueño o insomnio, con consecuencias como la falta de rendimiento académico, atención, dolor de cabeza o irritabilidad, cansancio general o un debilitamiento del sistema inmune que puede llevar a posteriores patologías.
Por no hablar de la miopía. Cada vez hay más niños cuyo primer deseo es un móvil, pero también cada vez hay más niños con gafas por esa fatiga visual que suele forzar a ello. O también del sedentarismo, al limitar el ejercicio físico por lo pasivo de la actividad y poder desarrollar enfermedades cardiovasculares o de diabetes. Una de las múltiples consecuencias en forma de bola de nieve que pueden sufrir los niños si no se hace el uso adecuado de las nuevas tecnologías.
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