Cada vez es más habitual que los padres presten ayuda a sus hijos en materia de vivienda, pero existe una línea muy fina entre el apoyo familiar y el abuso de confianza. Y esto es justo lo que le ha pasado a una madre, que se ha visto obligada a cambiar las cerraduras de su casa por seguridad, después de que su hijo de 25 años la dejara destrozada y abandonada.
Según la propia progenitora, que lo ha explicado a través de la plataforma Reddit, tras pedirle a su hijo que contribuyera a los gastos de la vivienda sin obtener respuesta y con una convivencia cada vez más insostenible, su hijo se terminó marchado dejando el hogar abierto y en ruinas.
El joven llevaba dos años viviendo en la casa junto a su pareja. La madre siempre había pagado todas las facturas y la hipoteca del inmueble, con la expectativa de que su hijo contribuyera económica y responsablemente. Aunque al principio este asumió los gastos de electricidad e internet, nunca llegó a pagar renta ni a participar realmente en los gastos del hogar porque aseguraba que padecía ansiedad y TDAH, que según él le impedían trabajar.
Su otro hijo la alertó de que la casa estaba destrozaba
Cunado la situación familiar se tensó la pareja de su hijo se fue de la casa, pero el joven continuó vivienda en domicilio. El joven aseguró que seguiría cuidando de los animales y la vivienda, pero poco tiempo después y tras dejar de responder a las llamadas de su madre, esta recibió un mensaje de otro de sus hijos, la casa estaba abandonada, su hermano no contestaba y las gatas no estaban siendo cuidadas
Alarmada por la llamada, ella y su pareja condujeron 16 horas para inspeccionar personalmente el estado de la vivienda y encontraron que la puerta principal estaba sin llave, la trasera abierta de par en par, y había ropa, objetos y basura tirados por todas partes. En definitiva que la casa presentaba un estado general de abandono y desorden.
Para ella, la situación fue más que un desorden doméstico y es que se trataba de su propio patrimonio, expuesto y vulnerable. Había estado viviendo con lo justo para poder mantener la casa y los gastos familiares, por lo que verla así, explica fue un golpe emocional fuerte.
Decidió cambiar las cerraduras por seguridad
Como su hijo ya no respondía a sus llamadas y la casa había quedado abierta a cualquiera que quisiera colarse dentro, tomó la decisión de cambiar las cerraduras de la casa. No fue un acto de venganza, sino de seguridad. Al dejar la puerta principal y trasera sin cerrar, el inmueble podía haber sido objeto de robo, ocupación o incluso daños aún peores.
La mujer argumenta que no tenía intención de infringir derechos, sino de proteger su hogar, especialmente después de que su hijo la bloqueara y dejara de responder a cualquier comunicación.