La filóloga e historiadora sevillana, Reyes Pro, ha puesto el foco en uno de los debates más recurrentes en ciudades con alta presión turística: la pérdida de identidad cultural como consecuencia de un modelo que prioriza al visitante frente a la vida cotidiana de quienes habitan el territorio. En unas declaraciones al ABC, Pro ha alertado de que la adaptación constante a las demandas del turismo está transformando no solo los usos urbanos, sino también costumbres profundamente arraigadas.
“Nos estamos adaptando demasiado hacia ellos”, ha afirmado, aludiendo a una dinámica que considera desequilibrada. Para ilustrarlo, ha recurrido a su propia experiencia viajera: “Mira, a mí me ha gustado mucho viajar, yo he viajado mucho, he estado en Ámsterdam, y he tenido que almorzar a las 4 de la tarde. ¿Por qué? Porque era la hora en la que se abría para la cena y, sin embargo, al almuerzo pues se cerraba a la 1”.
La historiadora ha explicado que, en ese contexto, la adaptación formaba parte del propio viaje. “A la 1 yo me tomo si acaso el aperitivo, pero ya está, vamos, no es el tema. Pero yo me tengo que adaptar a eso”, ha señalado, contraponiendo esa experiencia con lo que, a su juicio, ocurre en determinadas ciudades españolas. “Pero aquí estamos haciendo que nosotros nos estemos adaptando al gusto del turista al revés. Totalmente”.
Pérdida de la identidad cultural
Una transformación que, según ha denunciado, no se limita a los horarios comerciales o de restauración, sino que alcanza incluso a la gastronomía tradicional. “Y no solamente en los horarios, sino hasta en lo que es las comidas. Tú vas a algunos bares tradicionales y típicos de Sevilla. Pides espinacas con garbanzo y son hierbitas hervidas”, ha lamentado. “Pues ya ni saben a nada porque están al gusto de estos señores”.
Pro ha vinculado esta adaptación progresiva con otros fenómenos derivados del mismo modelo. “¿Qué estamos haciendo también? Toda la gente no quiere gastarse el dinero en un hotel. ¿Qué hacemos? Apartamentos turísticos. Otra adaptación hacia ellos”, ha explicado, apuntando al impacto directo sobre el uso residencial de las ciudades.
Frente a esta dinámica, la historiadora ha defendido un cambio de enfoque. “Yo creo que el secreto sería al revés, que ellos tuvieran que adaptarse a nosotros”, ha planteado, advirtiendo del riesgo de homogeneización cultural. “Porque si no vamos a matar la gallina de los huevos de oro porque vamos a hacer en todos sitios iguales vendiendo nada más que abanicos y hamburguesas”.
En su análisis, esta estandarización vacía de contenido los espacios urbanos. “Y ahora eso lo puedes encontrar en cualquier sitio”, ha señalado, alertando de que se están perdiendo elementos esenciales de la vida cotidiana. “Se están perdiendo cosas como el sentido de las medidas, el conocimiento de la propia ciudad. Ya la gente no sabe callejear”.
Pro ha relatado situaciones que, a su juicio, evidencian esta desconexión con el entorno. “Dios mío, a mí me han llegado a preguntar en la Plaza Nueva por la calle Tetuán”, ha afirmado, subrayando la dependencia creciente de la tecnología incluso en espacios centrales y bien conocidos.
Con esta reflexión, Reyes Pro ha abierto un debate sobre los límites del turismo y la necesidad de preservar la identidad, el conocimiento y la vida cotidiana de las ciudades frente a un modelo que, si no se revisa, puede terminar diluyendo aquello que precisamente las hace únicas.