Ramón, 91 años, jubilado y estudiante de IA: “El problema de aprender una tecnología no es la edad, es la curiosidad”

Este ingeniero jubilado nació en Barcelona y a su edad decidió hacer un máster de IA e Innovación.

Ramón, 91 años, jubilado y estudiante de IA |Founderz - El Pais
Fecha de actualización:

No es ningún secreto que a los más mayores se le ‘atraganta’ en cierta manera la tecnología, solo hay que ver cómo algunos jubilados se están viendo superados por el fenómeno de la digitalización de los bancos y las entidades financieras, por ejemplo, de lo que algunos se quejan y han llegado a crear asociaciones de protesta incluso. Pero siempre hay excepciones y es posible ver a algún pensionista capaz de manejar las nuevas tecnologías como si de un joven se tratase. Este es el caso de Ramón Martín-Busutil, un ingeniero jubilado que ha terminado recientemente un Máster en IA, todo por su afán de saber más sobre eso de lo que hablaba todo el mundo. “A mí me molesta mucho hablar de cosas que no conozco”, afirma este pensionista.

Este jubilado tiene 91 años, nació en la Barcelona republicana y actualmente vive en Mallorca (se crió en Barcelona pero después vivió fuera de España, hasta los 65 años). Es doctor en Ingeniería Industrial, estudió en Madrid y cuando parecía que su vida a nivel formativo estaba acabada, decidió aprender Inteligencia Artificial en Founderz, una plataforma educativa digital, según una entrevista concedida a El País. No solo eso, sino que además terminó su formación en IA ¡en solo 3 meses y medio!

Decidió estudiar IA por curiosidad

A sus 91 años, su curiosidad le llevó a ponerse al día en uno de los caballos de batalla más importantes de la tecnología actual. No se trata de una necesidad profesional, sino de una forma de mantenerse vivo intelectualmente. “En lo que he estado más ocupado ha sido en el simulador de vuelo de Microsoft, para aprender a volar 737 y Airbus A320. Y antes de eso, he hecho cursos en Egiptología y de otras cosas que encontraba en Harvard y una serie de sitios en internet”, cuenta. Y enseguida matiza: “Pero tengo que decir que, para mí, eso no es una formación; más bien es una forma de distraerme, porque me gusta aprender y mantener la mente ocupada”.

Su historia forma parte del quinto y último episodio de IA en marcha, la serie documental producida por Founderz y Microsoft que muestra cómo la inteligencia artificial puede transformar la vida de cualquier persona, sin importar la edad o el perfil.

Lo sorprendente no es solo su energía, sino su mentalidad. “El problema de aprender una tecnología no es la edad, es la curiosidad”, asegura. Cree que hay gente de todas las edades que simplemente no quiere aprender, pero también quienes, como él, “tienen curiosidad y siguen aprendiendo independientemente de la edad”. Para él, la IA será tan común como lo fueron la calculadora o el ordenador: “La gente debería interesarse por su utilidad y lo generalizada que va a ser su presencia”.

Utiliza la IA como un “agente para realizar tareas”

Ha aprendido a usar la inteligencia artificial como una herramienta para ordenar ideas, automatizar tareas y hasta para pensar mejor. “He aprendido a utilizar la IA no solamente como depósito de información sino como un agente para realizar tareas”, explica. “Tiene una gran capacidad de lógica y de poner en orden pensamientos que pueden estar desordenados… si quieres escribir un artículo o cualquier otra cosa, te permite crear rápidamente un esquema”. Además, está convencido de que su impacto en la educación será inmenso: “Ahí los progresos van a ser gigantescos, para ayudar a que la gente aprenda mucho mejor y más deprisa”.

Por supuesto, también ha tenido sus tropiezos. “¡Por supuesto que me he atascado!”, reconoce entre risas. “Pero bueno, como cabezón que soy, he seguido insistiendo hasta conseguir seguir adelante”. Una de las partes más difíciles, cuenta, fue “lo de la creación de agentes… como un programa que te permite realizar ciertas operaciones: elegir un parámetro, generar un informe y luego enviarlo”.

Su curiosidad podría haberse satisfecho con menos esfuerzo, pero decidió cursar un máster. De la vida, sin embargo, ha aprendido algo que no se enseña en ningún aula: “Tal vez sí hay una cosa, que yo practico desde hace mucho tiempo y que me ha enseñado la vida: el no rendirse, lo que los ingleses llaman never give up. Eso, para mí, ha sido el factor esencial de éxito e incluso de felicidad. Y recordar que la mejor edad para aprender es siempre cuando tengas ganas de hacerlo”.

Este jubilado cree que todos acabarán usando la IA

Ha vivido tantos cambios tecnológicos que podría escribir un tratado. “El mundo ha cambiado muchísimo; yo lo he conocido sin internet y sin montones de cosas que existen ahora”, reflexiona. “La IA será como la mecanografía: todos acabarán usándola, aunque hoy parezca cosa de unos pocos”.

Pese a todo, es optimista con respecto al futuro: “No será muy difícil y la gente asimilará, por lo menos, las cosas más esenciales. Seguro que hay oficios que saldrán muy perturbados, como puede ser el de traductor, pero también se crearán nuevas profesiones”. Aun así, advierte: “Habrá monopolios de partes de esa inteligencia artificial que no serán accesibles para todo el mundo… quedarán, como tantas otras cosas, en manos de unos pocos”.

Hoy, con una serenidad lúcida, percibe el tiempo de otra manera: “Ahora veo el tiempo como algo bastante corto. Es como la prórroga de un partido de fútbol, el poder seguir viviendo es un regalo que la naturaleza me ha dado”. Y si pudiera creer en la reencarnación, dice, le gustaría “para poder vivir otra vida, porque en esta me he divertido muchísimo”.

Sigue manteniendo el interés por el mundo que lo rodea. “La política internacional me preocupa, porque creo que hemos llegado a un nivel de disfunción total de las democracias occidentales”, comenta. “Antes, solo me interesaba conocer las leyes para saber las que no tenía que infringir”. Pero, más allá de eso, sus preocupaciones son las de siempre: “la familia, la salud…”.

Y, como buen contador de historias, guarda en la memoria una anécdota que lo retrata de niño rebelde. “Cuando estalló la Guerra Civil, mi padre nos envió a un pueblo de Valencia. En el cine tocaban el himno de la República y mi madre me pedía encarecidamente que lo cantara, pero yo siempre me negaba”. Luego, al acabar la guerra, “entró una centuria de la Falange Española y todos se pusieron a cantar el Cara al sol, pero entonces yo me puse a cantar el de Riego”. Su madre, recuerda entre risas, “me pegó una bofetada que todavía me acuerdo de ella. Debía tener seis años”.

Otras noticias interesantes

Lo más leído

Últimas noticias