Serenalla Martin estaba en paro. No tenía trabajo pero sí dos hijas de las que estaba pendiente el día entero, en horario completo, "de 24-7, veinticuatro horas los siete días de la semana", afirma. Cuando se enteró de que en Pinos Puente, un pequeño pueblo de Granada, salía un bar con piscina a licitación, se lió la manta a la cabeza. ¿Por qué no? Tanto ella como su pareja tenían experiencia trabajando como camareros y dar un giro laboral a su vida les pareció una idea estupenda.
Pinos Puente no es la ‘España vaciada’ pero es una localidad que ha perdido habitantes en poco tiempo, pasando de 16.000 a 9.000, como explica Martín a Noticias Trabajo. Es acogedor y días después de comenzar ya tenían su clientela fija, atraídos por la piscina como remedio ideal para terminar con el calor. ¿Cómo comenzó esta nueva aventura? Porque tanto ella, como su pareja, estaban dispuestos a trabajar, a emprender y de repente, vieron la oportunidad.
“Nos enteramos de que salía a concurso este establecimiento junto a la piscina municipal e hicimos una puja. Fue el comentario típico de que para echar 15 horas trabajando para otro, las echamos para nosotros”.
“Pasé de estar 24 horas con mi hija a estar desbordada por el trabajo”
Pese a tener experiencia como camareros en el sector de la hostelería, emprender un negocio como ‘La oveja negra’ es un auténtico reto. Para empezar, Serenalla tuvo que enfrentarse al ‘monstruo’ de la conciliación. “Pasé de estar 24 horas con mi hija a no poder atenderla porque estaba desbordada por el trabajo”.
La maternidad se hace complicada, al igual que los primeros pasos. Pero de todo se aprende, y ella lo tiene claro. “Hemos aprendido que las cosas no se hacen con prisa, hay que estudiarlo todo muy bien antes de emprender un negocio, incluso teniendo experiencia pagas la novatada”.
Una vez conseguida la licitación toca poner orden. “Repetiremos durante 4 años, porque ese es el periodo que abarca la licitación, y además es condición indispensable en el contrato que tenemos que estar todo el año abiertos. Daremos servicio para los partidos y los entrenamientos en el campo de fútbol porque estamos en el mismo recinto”.
Más ayudas para el trabajo y la vivienda
Puede que sea porque ahora está al frente de su propio negocio o porque tanto ella como su pareja miran a la cara a la maternidad, que una de las cosas que más reclama Serenalla es que se ayude en la conciliación. Entendiendo por esto no sólo el cuidado de los niños o familiares, sino el acceso a la vivienda y al trabajo.
“Hay parejas jóvenes que no pueden tener hijos por el trabajo y el sueldo precario y deberían tener ayudas”. la falta de impulso económico justifica que mucha gente con buenas ideas no se decidan a emprender porque se ven desamparados.
Ella se decidió rápidamente y comenzó en un establecimiento de unos 100 metros cuadrados, con una terraza “enorme y una piscina en la que caben 157 personas”.Todo esto, así como el trabajo que está desempeñando es una novedad para ella.
“Yo no soy cocinera, lo que hacía entre fogones era en mi casa, y esta era la primera vez que cocinaba para tanta gente. Con el tiempo se aprende, y eso es cierto, pero es bastante duro. Entraba en la cocina a las once y podrían ser las once de la noche y seguía allí, preparando la comida para las horas más fuertes”.
En busca de una conciliación real
Lo que Serenalla Martín y su pareja han vivido en primera persona es la falta de apoyo y ayudas para la conciliación. “Tengo una hija de cuatro años que es bastante dócil, pero tenía momentos de rabieta en los que no podía atenderla y ella solita se consolaba con sus juguetes y cuando podía ir a atenderla, ya se había dormido en el carrito”.
“Lo hemos pasado mal, porque no teníamos con quien dejarla y estaba todo el día con nosotros. Al principio estaba encantada porque había piscina y mi hija mayor la cuidaba, pero ha sido una locura de verano”.
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