Carlos Perea, español viviendo en Suiza: “Aquí cuando la gente no necesita algo lo deja en la calle”

En las aceras suizas suelen aparecer desde libros hasta colchones que cualquiera puede llevarse gratis y sin pedir permiso.

Una imagen de Carlos Perea |TikTok (@carlospereaoficial)
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En España, los colchones viejos acaban en un punto limpio y los muebles rotos esperan a que el camión municipal los recoja. En Suiza, en cambio, los ciudadanos los dejan directamente en la calle para que cualquiera los pueda aprovechar, gratis y sin intermediarios. Una costumbre que sorprende a los recién llegados y deja ver la diferencia cultural en el consumo y el reciclaje entre ambos países.

Carlos Perea, un joven español que lleva apenas 23 días en el país, lo relató en un vídeo en TikTok: “Cuando alguien no necesita algo, lo deja en la calle”, explica mientras muestra un espejo, unos cojines y decenas de libros, e incluso un colchón tirado en la calle. “Llevo 23 días en Suiza y lo que más he visto han sido colchones, escritorios, libros por un tubo… o sea, libros, muchísimos libros por todas partes”.

En las aceras de las ciudades suizas pueden encontrarse desde zapatos hasta escritorios prácticamente nuevos, “como recién comprados en el centro comercial”, explica el joven. El único inconveniente para él: “Está casi todo en alemán, así que por ahora no lo entiendo”.

La costumbre tiene un trasfondo social

Para estudiantes, inmigrantes o jóvenes con pocos recursos, amueblar un piso resulta mucho más barato gracias a este intercambio informal. Lo que en España se consideraría un residuo, en Suiza se entiende como un bien con una segunda o tercera vida útil.

La costumbre encaja con la mentalidad suiza de aprovecharlo todo, pero, ¿qué pasa con los aparatos electrónicos o con los montones de muebles en la calle? Las autoridades locales suelen marcar días concretos para la recogida de objetos voluminosos, pero en la práctica es difícil distinguir qué se tira y qué se regala.

Este fenómeno puede ser un ejemplo de economía circular y solidaridad urbana para unos, pero una imagen impensable en las calles españolas para otros. La conclusión, en cualquier caso, es que en Suiza, lo que uno desecha puede ser exactamente lo que otro necesita.

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