Mientras la tasa de desempleo juvenil en España sigue siendo una de las más altas de Europa, oficios esenciales, como la fontanería, advierten una alarmante falta de relevo generacional. Pese a la estabilidad del oficio y la demanda creciente de estos trabajos, la percepción social y las condiciones laborales ya no son atractivas entre los jóvenes, lo que genera una brecha que amenaza la prestación de estos servicios a medio plazo.
Así lo ha denunciado Santi Villafruela, un fontanero autónomo de 37 años con más de 20 años de experiencia en el sector, en una entrevista para NoticiasTrabajo, en la que describe una realidad que comparten miles de profesionales del sector en España: “Dentro de 10 o 15 años esto se va a perder y los que estamos ahora no vamos a dar abasto”, lamenta, asegurando que ya nota el efecto en el día a día de su trabajo. “Yo no tengo hueco hasta marzo”, puntualiza.
La falta de agua caliente, una avería en el lavabo o cualquier incidencia en la red doméstica evidencian la clara necesidad de este oficio. Sin embargo, el problema, según subraya, no es solo de imagen, sino también de reconocimiento. “No se valora realmente y esto es esencial. Hasta que no lo necesitas, no lo valoras”, lamenta Santi.
Por qué los jóvenes no quieren ser fontaneros
Según relata el profesional, los jóvenes de hoy en día “tienen miedo a meterse en una obra. No les gusta estar sucios, no les gusta mancharse”, apunta, asegurando que “tú les das un martillo y no saben ni lo que es”, mientras advierte que se trata de un trabajo más sencillo de lo que parece.
A diferencia de años atrás, en los que el acceso a oficios como la fontanería, albañilería o carpintería, entre otros, era común, hoy la incorporación de jóvenes se ha convertido en una excepción. “Ahora mismo están acostumbrados al ordenador, y la verdad que es una pena”, explica.
Una profesión con prejuicios
Desde hace décadas, la fontanería arrastra una serie de prejuicios que lastran la percepción del sector. Entre las ideas más extendidas persiste la falta de puntualidad, la escasa profesionalidad o la tendencia a cobrar de más por los servicios prestados. Unas creencias que han sido transmitidas de generación en generación, y que no solo dificultan la valoración del oficio, sino también la captación de nuevos profesionales, especialmente entre los jóvenes.
Sin embargo, Santi reconoce que estos prejuicios son lo primero con lo que se topó al iniciar su carrera. “Me pareció que me lo habían puesto muy fácil, porque lo único que tenía que hacer era trabajar bien, ajustarme en el sueldo y llegar antes de la hora citada”, confiesa. Su fórmula, basada en la seriedad y la anticipación, asegura que ha roto muchas barreras con la clientela.
“Si quedo a las ocho con el cliente, a las ocho menos diez estoy llamando al timbre de su casa. Y la gente se sorprende, porque no es normal que el fontanero llegue antes de lo previsto”.
Así, con el tiempo, este enfoque le ha permitido fidelizar a sus clientes y revertir, al menos en su entorno, la imagen negativa que arrastra la profesión. “Hay quien me dice: ‘En vez de yo llamar al fontanero, el fontanero me llama a mí. Esto es súper raro’. Y con eso, ganas mucha clientela”, advierte.