En la España de la posguerra eran la máxima autoridad moral del pueblo: hoy faltan 46.000 vacantes

Hubo un tiempo en que ser el "maestro" otorgaba el título de 'Don' o 'Doña' y un sitio en la mesa de las "fuerzas vivas" de la localidad. Hoy, la autoridad se ha diluido y las listas de sustituciones se agotan sin cubrir.

Recreación de una aula rural |Gemini
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Tener un buen trabajo hoy en día es tener flexibilidad, buenos horarios y, cómo no, un buen salario. Por eso, siempre se buscan trabajos que permitan libertad, que se pueda conciliar la vida familiar con la laboral y en ciertos casos la posibilidad de teletrabajar desde casa. Ahora, esto no siempre ha sido así, y en la España de la posguerra las prioridades y el estatus eran radicalmente distintos.

Con el paso de los años, las preferencias han cambiado y en aquel entonces, el éxito no se medía por la capacidad de trabajar en remoto desde una cafetería, sino por el respeto reverencial que infundías al caminar por la plaza mayor y por ser el depositario del saber en una España que luchaba contra el analfabetismo. No era un puesto técnico ni un empleo de paso, sino una vocación que elevaba a quien la ejercía a la categoría de institución, con una influencia social que a menudo superaba a la política.

Este es el empleo que en la posguerra dirigía el futuro del pueblo y hoy sufre para cubrirse

La profesión que en la España de los años 40 y 50 era pilar fundamental de la comunidad y hoy se enfrenta a una crisis de vacantes sin precedentes es la de Maestro o Profesor de Secundaria, especialmente en asignaturas técnicas y en zonas rurales o periféricas. Si bien hoy a veces se percibe al docente como un mero prestador de servicios cuestionado por padres y alumnos, en aquel entonces era una figura intocable.

Ser el maestro del pueblo significaba formar parte indiscutible de las “fuerzas vivas” de la localidad. Junto al alcalde, el cura y el médico, el maestro completaba el cuadro de mando de la vida social. Su privilegio, aunque no siempre se reflejaba en un sueldo abultado —de ahí el dicho de "pasar más hambre que un maestro de escuela"—, se cobraba en un capital social inmenso. En los pueblos, la casa del maestro siempre recibía "atenciones" de las familias agradecidas: cestas de huevos, matanza o leña no faltaban en la puerta de Don José o Doña María. Era el respeto convertido en sustento, una forma tácita de reconocer que el futuro de los hijos estaba en sus manos.

El cambio drástico llegó con la democratización de la enseñanza y la pérdida de la auctoritas clásica. La figura del docente perdió esa aura de sabiduría incuestionable para convertirse en un funcionario más, a menudo desprotegido, y lo que antes era una posición de mando moral, hoy es una profesión donde las bajas por estrés y la falta de aspirantes en ciertas especialidades son la norma.

Por qué hoy sobran las plazas

Hay que decir que el magisterio sigue siendo una carrera vocacional, pero el sistema educativo parece necesitar una revisión profunda para volver a ser un destino deseado y respetado. La realidad es que el escenario ha cambiado radicalmente con respecto a aquella época de pizarras de tiza y mapas desgastados, pues y según datos recientes, el sistema tiene graves problemas para completar sus plantillas.

Según los informes presentados por sindicatos como CSIF al inicio del curso 2024-2025, la escuela pública arrancó con un déficit de casi 46.000 docentes y una tasa de interinidad que supera el 20%. Los "ingredientes" de este escenario son similares a los sanitarios pero con matices propios: una burocracia asfixiante que resta tiempo a la enseñanza, la pérdida de autoridad frente a las familias y unas condiciones de interinidad que obligan a recorrer kilómetros sin estabilidad.

Especialmente dramática es la situación en Secundaria, donde encontrar profesores de Matemáticas, Tecnología o Informática se ha convertido en una misión imposible: los graduados prefieren el sector privado, con mejores sueldos y teletrabajo, antes que enfrentarse a un aula de treinta adolescentes. Lo que hace setenta años aseguraba el trato de "Usted" y una posición de honor en las fiestas del pueblo, hoy se ha transformado en un empleo donde, paradójicamente, hay vacantes todas las semanas porque faltan valientes para cubrirlas.

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