Detrás de cada atracción de feria hay mucho más que luces de colores y música a todo volumen, pues hay familias enteras que dedican su vida a recorrer España de fiesta en fiesta, trabajando de sol a sol para que otros disfruten. Víctor BZ ha publicado un video donde ha entrevistado a varios feriantes, que explican lo que es trabajar en la feria, una profesión que mezcla pasión y sacrificio y donde la economía muestra que no siempre es rentable.
Uno de los entrevistados, Manuel, explica cuál es su sentimiento: “Yo quiero que la gente valore el esfuerzo que hacemos para que disfruten. Dormimos en la feria, trabajamos sin parar… es duro, pero nos gusta”. La feria no es solo trabajo: también es familia. La mayoría de los testimonios de las personas entrevistadas explican que este oficio no se elige, se hereda. “Esto viene de generaciones. Era de mi suegro, lo llevó mi marido y ahora lo llevamos nosotros”, explica Lola, otra feriante veterana.
“Tenemos empleados, camiones, gasoil… al final sobrevives, no te haces rico”
El video deja claro que la idea de que los feriantes se enriquecen en pocos días está muy alejada de la realidad. “La gente ve un viaje a tres euros y hace las cuentas, pero no son esas”, explica uno de los dueños de la atracción conocida como La Olla Loca. “Tenemos empleados, camiones, gasoil, suministro eléctrico… hay muchos gastos. Al final, sobrevives”.
En días buenos, un feriante puede llegar a ganar alrededor de 10.000 euros, aunque esa cifra es la excepción. Lo habitual son recaudaciones mucho más modestas, explican que “Hoy, por ejemplo, con lluvia y poca gente, han sido 250 euros”, confiesa Juan, que lleva dos décadas al frente de la atracción.
A esto se suman las inversiones, pues una máquina sencilla puede costar unos 2.500 euros, mientras que una atracción de mayor envergadura supera los 150.000 euros. Las caravanas en las que viven durante la temporada tampoco son baratas: “La mía vale 300.000 euros, lo mismo que una casa de lujo en Madrid”, dice un feriante, que reconoce que no todo el mundo puede permitirse semejante gasto.
“Esto no es solo luces y música, detrás hay noches sin dormir”
La feria es una forma de vida que exige sacrificios. Desde abril hasta octubre, muchos viven en sus caravanas, y solo en invierno vuelven a sus casas fijas. El resto del tiempo lo pasan entre viajes, desmontajes y madrugones. “Cualquiera no puede ser feriante. Hay que mamarlo desde niño. No todo el mundo aguanta las noches, los follones, los gastos…”, apunta una de las feriantes más veteranas en el negocio.
A eso hay que sumar las responsabilidad de tener una atracción de feria, pues al manejar una atracción, los feriantes deben velar por la seguridad de decenas de personas al mismo tiempo. “Tienes que estar muy preparado. Cuando metes el turbo en la Olla, llevas 40 personas dentro y no puedes despistarte ni un segundo”, advierte Juan.
Pese a las dificultades, todos coinciden en lo mismo y es que la feria les da la vida. “Yo he nacido en esto y me encanta”, resume uno de ellos. Y es que, aunque el dinero sea incierto y el trabajo duro, el sentimiento de mantener una tradición familiar y ver disfrutar a la gente sigue siendo el motor de quienes levantan, noche tras noche, la magia de la feria.