La Lotería de Navidad reparte cada año cientos de millones de euros en premios por toda España, pero, lejos de garantizar una vida próspera, no son pocos los casos en los que un golpe de suerte se transforma en una fuente de problemas económicos. Así, muchas familias, faltas de experiencia o sin un buen asesoramiento, se lanzan a inversiones arriesgadas o a un ritmo de vida difícil de mantener.
La historia de Tamara y su familia, que la propia joven ha relatado en el programa 'Y ahora Sonsoles' de Antena 3, es un ejemplo de cómo la falta de experiencia y preparación financiera puede hacer que una fortuna inesperada acabe en ruina.
De ganar El Gordo a la ruina
Tamara tenía solo 15 años cuando el 22 de diciembre de 2010 la suerte llamó a la puerta de su casa. A su padre y a su abuelo les tocaron 600.000 euros en El Gordo de la Lotería de Navidad, en un premio conjunto. “La emoción que se vive en ese momento es incalculable”, recuerda la joven, que revive cómo fue aquel instante en el que su abuelo empezó a gritar números en pesetas diciendo: “¡Nos ha tocado, nos ha tocado!”.
El premio, repartido entre padre e hijo, permitió a la familia reformar la vivienda y, en el caso del padre, que era albañil, emprender un nuevo proyecto: abrir un bar. Pero la inversión fue considerable, ya que “el bar estaba destrozado, y mi padre lo dejó espectacular y precioso”, explica Tamara.
Durante un tiempo, el negocio prosperó favorablemente gracias a la economía que en ese momento tenía la familia debido al premio. “Hubo temporadas en las que el bar estaba llenísimo, porque la gente tenía dinero”, reconoce la joven. Sin embargo, la falta de previsión y la inexperiencia acabaron con el negocio. Según Tamara, los salarios que se pagaban a los empleados eran “desorbitados”, y cuenta que “un camarero ganaba 1.800 euros al mes”. Así, con el paso de los años, la fortuna que en su momento ganaron, empezó a escasear.
“La gente empezó a tener menos dinero y a dejar de venir. Hubo un momento en el que tuve que quedarme yo al 100% para que mi padre pudiera volver a trabajar de albañil e ir ingresando lo necesario para mantener el bar”.
Obligados a cerrar el negocio y a asumir las deudas
En 2016, la familia se vio obligada a cerrar el negocio y asumir las deudas acumuladas. El dinero del premio había desaparecido y, con él, las ilusiones depositadas en el negocio familiar. “Nos arruinamos en cinco o seis años. No estamos preparados como sociedad para manejar tanto dinero”, reflexiona Tamara, que asume con resignación la enseñanza que le deja esta experiencia.