Los trabajos dentro de la construcción como albañil, fontanero o electricista siempre se ha pensado que eran para hombres. Pero más allá de este estereotipo, la realidad es que las mujeres también pueden hacerlo y en igualdad de condiciones. Este es la caso de Sara, una mujer hondureña que vino a España para trabajar y ha encontrado en la construcción su trabajo y pasión.
“Antes cuidaba ancianos y no tenía vida” empieza el video y continua diciendo “No nací para estar trabajando en una casa”, confiesa en una entrevista en el canal Quique Vásquez, donde relata cómo pasó de limpiar hogares a cargar sacos de cemento.
Al principio, Sara trabajó como interna cuidando a una pareja de ancianos. “Estuve once meses encerrada, de lunes a domingo, sin descanso. No hay vida”, recuerda. Pero decidió dar un giro radical y buscó empleo en lo que aquí llaman “chapuzas”: obras informales donde se atrevió a probar suerte como pintora. “Ahí me dieron la oportunidad y fui aprendiendo hasta que salté a otra empresa donde me contrataron como albañil”.
“Es un trabajo pesado, pero me encanta”
Sara trabaja en la obra de lunes a viernes, de ocho de la mañana a seis de la tarde. “A las diez descanso para desayunar, a las dos para comer, y a las tres vuelvo a empezar hasta las seis”, explica. Su salario base es de 1.200 euros, aunque puede llegar a los 1.500 si hace horas extra. “Es un trabajo cansado, pero me gusta mucho. Cada mañana me levanto con ganas de venir a trabajar”, asegura.
Entre sus tareas están preparar la pasta, picar paredes, tirar escombros o abrir huecos para puertas y ventanas. “Lo que toque, porque soy ayudante”, dice sin rodeos. Y aunque reconoce que el trabajo es “muy pesado”, le apasiona: “No hago lo mismo de siempre, siempre hay algo nuevo que aprender, y eso no te aburre”.
“A veces creen que no podemos, pero somos igual de capaces”
Trabajar en un entorno dominado por hombres no ha sido fácil. “Lo más difícil es que los compañeros tengan empatía con una, porque a veces creen que una chica no lo puede hacer”, cuenta. Sin embargo, asegura que muchas veces “somos más capaces nosotras que ellos”.
Sara reconoce que ha vivido situaciones incómodas, pero también ha encontrado respeto y apoyo: “Gracias a Dios he tenido buenos compañeros que me respaldan y no permiten que me falten al respeto”. Incluso su jefe de obra la describe como una trabajadora ejemplar: “No se echa para atrás con nada, lo que se le dice lo hace, sin mala cara ni quejas”.
Su frase se ha vuelto bandera de su experiencia. “Ningún trabajo es para hombres, los trabajos son para personas. Todo depende si tú quieres desenvolverte ahí”, defiende con orgullo. Una convicción que ha demostrado con esfuerzo diario, levantando muros y rompiendo prejuicios.
Pese a la dureza del trabajo físico, no se arrepiente: “Me dejo la espalda, pero tengo vida, tengo mis horarios, puedo hablar con mi familia y ayudar a mi madre en Honduras”. Hoy vive en Las Rozas, Madrid, y se desplaza a la obra en monopatín para ahorrar tiempo y dinero. “Me tardo unos 25 minutos, y así no gasto en autobús ni Uber”, explica.
“Quiero tener mi propia empresa”
Sara no se conforma. Sueña con seguir formándose y montar su propio negocio. “Busco hacer cursos, estudiar mejor y poner mi propia empresa. España te da oportunidades, solo hay que esmerarse”, asegura. A las mujeres que dudan en entrar al sector, les lanza un mensaje claro: “Que se atrevan. Da miedo, pero todo se aprende. Yo no nací aprendida y aquí aprendí”.
Sara reconoce que no todo ha sido fácil. Durante la pandemia de 2020, pasó por su peor momento: “No había trabajo, gastábamos lo poco que teníamos y tuve que mudarme de Barcelona a Madrid”. Aun así, nunca se rindió. Hoy, su trabajo en la construcción le permite vivir con dignidad y enviar dinero a su familia.
“Lo importante es hacer lo que te haga feliz. Cuando el trabajo te hace feliz, estás cómoda, y ahí es donde hay que estar”, concluye. Y aunque se deja la espalda por 1.200 euros, su voz refleja algo que el dinero no mide: la satisfacción de haber demostrado que la fuerza y la valentía no entienden de género.