Una baby boomer tuvo que jubilarse en España a los 70 años para poder vivir de su pensión, ya que en Estados Unidos era imposible

Marsha estaba sin ahorros con solo 63 años y solo le quedaba la pensión.

Una baby boomer tuvo que jubilarse en España a los 70 años para poder vivir de su pensión, ya que en Estados Unidos era imposible |Business Insider
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Una jubilada de 77 años decidió mudarse a España y jubilarse en este país porque era la única forma de poder vivir de su pensión, ya que en su país, Estados Unidos. no podría subsistir con solo la pensión, tras declararse en quiebra a los 63 años y no tener ahorros. Fue, en su opinión, “la mejor decisión de su vida”, ya que en su país no podía jubilarse.

Marsha Scarbrough es una baby boomer que tuvo que vivir dificultades financieras en su país, pero que gracias a una visita a España se dio cuenta de que podía permitirse jubilarse allí y vivir solo de su pensión, por lo que se mudó en 2017 a la que ahora es su casa. Tras declararse en bancarrota y con una ejecución hipotecaria, estaba sin blanca porque además le debía dinero a un amigo, por lo que solo tenía sus pensiones pero esto no era suficiente en Estados Unidos. “Sabía que nunca podría permitirme jubilarme en Estados Unidos”, recuerda para Business Insider.

“Sentí que no era mi culpa. Había trabajado en Hollywood como asistente de dirección durante 20 años. Luego, me mudé a Santa Fe, Nuevo México, donde planeaba aumentar mis ahorros invirtiendo en propiedades de alquiler y vendiendo bienes raíces”, admite Marsha.

Esto le sirvió hasta que llegó el desplome del mercado inmobiliario de 2008, que hizo que sus propiedades se devaluaran “por cientos de miles de dólares” y que sus ingresos por ventas de bienes raíces se terminaran también. “Mi agencia inmobiliaria quebró”, recuerda con dolor.

La protagonista siempre cuenta que “cobré mi pensión del Seguro Social anticipadamente” y que tenía otra pensión de su trabajo en Hollywood que empezaría a cobrar a los 65. Asegura que, como había viajado mucho, sabía que “existían países con un costo de vida más asequible” y que solo tenía que encontrar uno que encajara con ella.

Tuvo que dar clases de inglés

El mes antes de declararse en bancarrota, se inscribió en un curso para obtener el certificado TESOL y enseñar inglés a hablantes de otros idiomas. “Lo cargué a una tarjeta de crédito y la declaré en bancarrota”, recuerda sin rodeos. La apuesta le salió bien: después de certificarse, la Universidad de Arte y Diseño de Santa Fe la contrató para impartir programas de inmersión en inglés a profesores y estudiantes de varios países.

Durante los fríos inviernos de Santa Fe empezó a visitar a sus antiguos alumnos para conocer sus países. Se pasó tres meses en Brasil: “Salvador de Bahía me encantó, pero no era ni seguro ni asequible”. Argentina le pareció culturalmente fascinante pero demasiado inestable. En Chile, Valparaíso le resultó “curiosamente sombrío y lleno de escaleras empinadas que desafiaban mis rodillas envejecidas”. Honduras no le convenció. Guatemala, especialmente Antigua, empezó a subir en su lista pese a sus desventajas. Puerto Rico fue “idílico” hasta que el huracán María lo cambió todo. Y México… México siempre estuvo entre sus opciones: “Lo conozco bien… pero la inseguridad seguía siendo un inconveniente”.

Europa le parecía un sueño demasiado caro… hasta que un antiguo alumno la invitó a Madrid en 2016. Alberto, profesor de Bellas Artes, la llevó por museos y barrios que la dejaron fascinada. Después vinieron Sevilla, Granada, Córdoba, Cádiz y Barcelona. “Cada una me sedujo”, dice.

Descubrió que España “se ajustaba a su presupuesto”

Pronto se dio cuenta de que sus prejuicios sobre Europa estaban equivocados: “Me había equivocado por completo con el coste de la vida en España”. Le resultaba incluso más barato que algunos países sudamericanos. “Se ajustaba a mi presupuesto y mucho más”, reconoce. Y además, la infraestructura y el transporte público le parecieron inmejorables.

El clima la enamoró: “El clima soleado y la gloriosa flora me recordaron al sur de California”. También la gente amable, los museos, la comida, el vino… pero, sobre todo, la seguridad: “Podía caminar sola a cualquier lugar, a cualquier hora del día o de la noche, sin miedo. Eso lo decidió todo”. Ese fue el momento exacto en el que supo que había encontrado su sitio.

Tras volver a Estados Unidos, investigó los requisitos para mudarse. Sus pensiones llegaban por muy poco al límite económico. “Tuve que contratar un seguro médico español”, explica, además de obtener una carta médica, traducir todo al español por un traductor certificado, rellenar documentos, pagar tasas y pedir cita en el consulado. “Recogí mi visa de residencia seis semanas después”, cuenta con orgullo.

La burocracia fue dura, pero deshacerse de sus cosas fue peor. Enviar pertenencias era carísimo. Así que “vendí cosas, las regalé… destruí 40 kilos de documentos y tiré tesoros sentimentales a la basura”. Al final, su vida cupo en cuatro maletas.

En 2017, con 70 años, se mudó sola a Madrid. Y no se arrepiente. “Fue una de las mejores decisiones de mi vida”, afirma. Y lo dice con la convicción de quien, después de recorrer medio mundo, finalmente encontró su lugar.

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