Una mujer jubilada ha descubierto un nuevo negocio que le permite ganar 4.000 euros en verano solo utilizando el espacio de su jardín. Lo descubrió en 2020, mientras veía un reportaje en el informativo de televisión que presentaba Swimmy acerca de una plataforma de alquiler de piscinas privadas. Esta idea la dejó intrigada y pensó que podría aplicarla en su propia casa, al tener una piscina en casa que prácticamente no se usaba, como recoge una entrevista con Le Figaro.
Dominique, de 73 años, decidió transformar el jardín de su villa en Médan, en el departamento de Yvelines (Francia), en un oasis privado cada verano. Durante los últimos 5 años, esta jubilada recibe a familiares, amigos y compañeros que vienen a disfrutar de su piscina, enclavada en el corazón de un vasto parque arbolado. Ideal para pasar un rato de verdadero relax.
Todo empezó aquel día de verano cuando Dominique vio el reportaje televisivo que la inspiró. "Era junio de 2020 y hacía mucho calor", recuerda la protagonista, que vive con su marido en una gran casa familiar, construida en un parque de 5.000 metros cuadrados, con piscina, columpios e incluso una pista de tenis. "Nuestros hijos han crecido, la piscina a menudo estaba sin usar. Tomé algunas fotos, me inscribí... y esa misma noche, ya tenía varias peticiones ", explica Dominique.
Cobra 40 euros por medio día por adulto
Desde entonces, abre su jardín cada verano a una clientela que busca tranquilidad y naturaleza. La actividad está supervisada: la jubilada cobra 40 euros por medio día por adulto, la mitad por niño, y acepta hasta diez personas por alquiler. "No queremos que se convierta en una fiesta municipal", bromea.
Sobre sus clientes, Dominique declara que son familias, grupos de amigos o mujeres jóvenes principalmente los que alquilan el espacio. Suelen ser gente que buscan un lugar alejado de miradas indiscretas. "Algunos vienen porque no quieren usar bañador en un lugar público. Aquí se sienten libres ", dice Dominique.
Cuando llegan al lugar, los clientes reciben una breve presentación de las instalaciones y las normas antes de entrar: por ejemplo, entre las normas, es obligatorio usar chanclas en el jardín, hay que recoger la basura y es necesario respetar el vecindario. Después, Dominique y su marido mantienen un perfil bajo. "Nuestra casa tiene forma de L, así que no tenemos vistas directas a la piscina. La gente se siente como en casa. Estamos disponibles si nos necesitan, pero ellos son independientes".
La jubilada y ex secretaria, no quería dedicarse a algo muy laborioso estando retirada, pero sí mantenerse entretenida y ganar un extra: "Hay que ordenar, limpiar la caseta de la piscina, volver a colocar los cojines... Pero eso no es nada comparado con un alquiler en Airbnb", compara Dominique. Además, el calentamiento global ha provocado que la temporada dure más de lo esperado y estén abiertos durante más tiempo: "Abrimos en mayo, a veces incluso en abril, y alquilamos hasta finales de septiembre".
¿Los horarios más populares? Los fines de semana, sobre todo para eventos privados como cumpleaños o despedidas de soltera, y las tardes entre semana para tomar algo con los compañeros después del trabajo. Todas las transacciones se realizan a través de la plataforma de Swimmy, que cobra una comisión del 17% sobre el importe pagado al propietario. "Es muy fácil de gestionar. Recibimos un resumen al final de la temporada y no hay transacciones directas con los inquilinos". Los ingresos están exentos de impuestos siempre que no superen los 760 € anuales (IVA incluido).
Ganan 2.000 euros al mes en temporada alta
Respecto a lo que ganan, Dominique, que recibe una pensión de 800 euros al mes, y su marido pueden ganar hasta 2.000 euros al mes en temporada alta gracias a su piscina. “Estos ingresos adicionales nos ayudan a mantener la casa y el jardín, que requieren mucho: mantenimiento de la piscina, paisajismo, productos de limpieza, etc.”.
Aunque el tema de ingresos no es lo más importante para ellos realmente, ya que se trata de una actividad que Dominique disfruta mucho: “Es una verdadera conexión social. Conocemos a gente de todos los ámbitos, de todas las edades. Nos ayuda a no aburrirnos en la jubilación”, declara la protagonista, que no piensa dejarlo por ahora: “Mientras podamos hacerlo, seguiremos. Es una libertad preciosa. Compartimos nuestro espacio vital, sin las limitaciones habituales del alquiler”.