Octubre ha traído consigo una caída del 0,75% en el valor del euro respecto al dólar. El cambio se ha situado en 1,0491 dólares por cada euro, lo que representa el nivel más bajo desde que comenzó el año. Hacía casi diez meses que el cambio no estaba tan bajo. La última vez fue el 6 de diciembre de 2022, cuando se registró un valor de 1,0469 dólares por cada euro. Esta evolución se enmarca en un escenario de dudas sobre la política monetaria que seguirán tanto el Banco Central Europeo (BCE) como la Reserva Federal de Estados Unidos.
El vicepresidente del BCE, Luis de Guindos, ha hecho unas declaraciones este lunes sobre la inflación, que es el elemento que guía las acciones del banco. Ha dicho que "el impacto positivo en la reducción de la inflación no va a ser tan relevante, ni tan fuerte, ni tan profundo como lo que ocurrió en las últimas dos décadas", aunque ha añadido que "en los próximos meses continuará su tendencia a la baja".
Asimismo, ha advertido de un "estancamiento económico" para el segundo semestre del año, con "riesgos claramente a la baja", con un crecimiento "muy, muy moderado, próximo al 0%". Además, este lunes también se han publicado los datos de paro correspondientes a agosto a nivel europeo. Según Eurostat, la tasa de desempleo de la zona euro se situó en el 6,4%, una décima menos y el nivel más bajo de toda la serie histórica, mientras que en la Unión Europea también descendió una décima y alcanzó el mínimo histórico del 5,9%.
Relación eurodólar y las consecuencias para la economía española
El euro ha perdido fuerza frente al dólar en los últimos meses, lo que tiene varias consecuencias para la economía de la zona euro. Por un lado, una moneda más débil puede favorecer las exportaciones y el turismo, ya que los productos y servicios europeos se vuelven más baratos y competitivos en el mercado internacional. Esto puede impulsar el crecimiento económico y la creación de empleo en algunos sectores.
Por otro lado, una moneda más débil también encarece las importaciones, especialmente de energía y materias primas, que se pagan en su mayoría en dólares. Esto puede generar una presión inflacionista, es decir, un aumento generalizado de los precios, que afecta al poder adquisitivo de los consumidores y a los costes de producción de las empresas. Además, una mayor inflación puede obligar al Banco Central Europeo a subir los tipos de interés para contenerla, lo que a su vez puede frenar la inversión y el consumo.
En definitiva, la paridad del euro con el dólar es una espada de doble filo que tiene efectos positivos y negativos sobre la economía europea. Su impacto dependerá de la evolución de otros factores, como la demanda interna y externa, la política monetaria, la situación geopolítica o la pandemia.
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