La crisis de precios en el campo español vuelve a estallar. Miles de agricultores denuncian cada campaña que los precios que reciben por sus productos no cubren ni siquiera los costes de producción. Mientras los consumidores pagan mucho más en los supermercados, los productores ven cómo su margen se reduce hasta ser prácticamente insostenible.
En este caso, ha sido el pepino andaluz uno de los productos más afectados, que se ha pagado a 40 céntimos por kilo. Un ejemplo más de cómo el desequilibrio de la cadena alimentaria asfixia cada vez más al agricultor, el primer eslabón. Así lo ha denunciado Juan Miguel Suárez, agricultor de Almería, en uno de sus últimos vídeos que ha publicado en sus redes sociales.
Denuncia que el precio no cubra ni los gastos
Dirigido directamente al consumidor, el agricultor hace hincapié en la miseria que recibe por cada kilo de pepino. “Fijaros qué pepinillos, cómo va la caña ya”, comenta mientras muestra su cultivo. “En estas semanas, cuando estéis comprando pepino de este tipo, que sepáis que nos lo están pagando a 40 centimillos”, señala, lamentando un precio tan bajo que condena a los pequeños agricultores a trabajar a pérdidas mientras el producto se vende varias veces más caro en los supermercados. “Es para cagarse en muchas cosas”, apunta.
Juan Miguel, que evita buscar culpables concretos, y que asegura llevar más de mes y medio dedicado a sacar adelante el cultivo, enfrentándose a todo tipo de dificultades para conseguir la calidad que exige el mercado, se encuentra con un resultado que no alcanza “ni para cubrir los costes”.
“Esto es la verdadera agricultura”
“Triste realidad, pero tan real como la vida misma”, resume el agricultor haciendo hincapié en el “esfuerzo que tiene criar este cultivo y sacarlo a flote” para terminar cobrando esta cantidad. “La gente se cree que es fácil, pero llegar a este punto con esta sanidad en planta, con esta calidad y con esta carga de frutos es muy complicado para que encima ahora valga 40 céntimos”, insiste.
Lejos de ser un caso aislado, la escena refleja la precariedad estructural de la agricultura española, donde, en la mayoría de casos, el esfuerzo diario no se ve recompensado. “Esto es la verdadera agricultura”, sentencia, antes de continuar con su jornada.