Cristian, albañil, sobre los salarios en la construcción: “Un oficial cobra unos 1.800 euros limpios, pero un profesional debería estar cobrando 2.800 euros al mes”

El constructor explica las dificultades del oficio, la falta de personal cualificado y la gran diferencia entre lo que se cobra en nómina y lo que se paga en la obra.

Cristian, albañil |Gemini
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Durante muchos años, la construcción ha sido, junto al turismo, la fuente de empleo en España. Pero tras la burbuja inmobiliaria, el sector vive hoy una crisis silenciosa, pues faltan manos cualificadas y el relevo generacional parece cada vez más lejano. El problema de fondo, como denuncia Cristian, albañil y emprendedor con más de 20 años de experiencia, es el salario: “Un buen oficial que te alicate bien debería cobrar al menos 2.800 euros al mes”.

En una entrevista en el canal de YouTube Sector Oficios Podcast, Cristian ha repasado su trayectoria desde que empezó de lampista en Badalona hasta fundar su propia empresa de reformas y explica la “cruda realidad” de ser albañil en 2025.

Explica que con 20 años ya era autónomo y pasó de hacer instalaciones de agua y electricidad a levantar muros cortina en Barcelona, hasta que la crisis de 2008 lo obligó a dejar de cobrar bien para pasar a un sueldo fijo de apenas 1.064 euros. Hoy reconoce que aquel cambio le salvó de impagos, pero le obligó a empezar de cero

Entre la nómina y la realidad del oficio

Cristian admite que paga a sus oficiales, según convenio: “Un oficial de primera en plantilla se lleva unos 1.800 euros limpios”. Con horas extras y algún trabajo puntual pueden llegar a 2.400 euros. Sin embargo, el coste para la empresa es mucho mayor: “Yo puedo pagar 24 euros por hora, pero el trabajador recibe 12. Esa diferencia la devora la Seguridad Social y las cargas que asume la empresa”.

Por eso, muchos empresarios optan por autónomos, que cobran por metro: “Un alicatador puede pedir 14 o 16 euros el metro cuadrado y se factura con IVA. Sale más caro, pero no dependes de que un empleado se ponga malo o no aparezca”.

Cristian reconoce que, pese a los números, él prefiere tener equipo propio: “Si un cliente me da las llaves de un piso y me dice ‘hazlo a tu gusto’, yo no puedo depender de que un autónomo llegue tarde o se baje de la obra. Por eso mantengo plantilla, aunque me cueste más”.

Un trabajo físico y con poca recompensa

El testimonio pone sobre la mesa una de las grandes contradicciones del oficio, pues el esfuerzo físico que exige frente a la escasa valoración social y económica. “El oficial está sacando adelante la faena, se deja la espalda y al final ve que cobra 100 euros más que un peón. Eso quema”.

El problema añade, no es solo salarial. La falta de vocación entre los jóvenes hace aún más difícil encontrar peones y ayudantes que aguanten el ritmo. “De los últimos diez peones, solo me ha valido uno. Muchos están más pendientes del móvil que de la obra. Y eso desmotiva a los que de verdad tiran del carro”.

Reformas, un sector que no descansa

Cristian explica que hoy su equipo se dedican principalmente a reformas integrales de viviendas y locales. Su filosofía es clara y es que la “calidad y confianza”. “Nosotros entregamos las llaves cuando todo está perfecto. No cojo más obras de las que puedo abarcar. Prefiero decirle a un cliente que espere tres meses antes que fallar”.

Pero advierte que el modelo actual es insostenible si no se dignifica el trabajo del albañil. “Somos los que hacemos posible que la gente viva en sus casas, y, sin embargo, se nos ve como el último eslabón. Si no se pone en valor el oficio, dentro de poco no habrá quien sepa levantar una pared”.

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