La orden militar de invadir ucrania dictada por el presidente ruso, Vladimir Putin, el pasado 24 de febrero desata multitud de consecuencias que no solo atañen a las dos principales naciones implicadas, si no que salpican al resto de Europa y el mundo. Más allá de las pérdidas a nivel humano, con el conflicto geopolítico ya convertido en toda una guerra y cobrándose un número de víctimas en aumento, y las materiales, las económicas también traspasan las fronteras ucranianas para acabar en los bolsillos de los ciudadanos españoles.
En toda guerra, como en esta, existen multitud de intereses cruzados que implican a la gran mayoría. El primero y el más inmediato, las energías. Europa depende cada vez en mayor medida del gas ruso para producirla, dada la reducción del número de canalizaciones provenientes de África, en horas bajas. Tampoco contribuyen la poca productividad esta campaña de las energías renovables como la eólica o la solar y los altos precios que gravan la emisión de CO2 de la combustión del carbón.
Pero no solo se atisban problemas relativos a cómo Europa se abastecerá de gas o de petróleo. Europa ya ha avanzado “las mayores sanciones” vistas a Rusia, por lo que está por ver cómo responde ante esta decisión con ese as en la manga del que dispone y cómo seguirá afectando a un mercado minorista ya de por sí disparado. Los combustibles y otros materiales de fábrica usados en la construcción de dispositivos electrónicos y automóviles también están en peligro.
Guerra Rusia-Ucrania: ¿Qué pasará con la factura del gas?
Si Putin acaba por tomar represalias y cierra el grifo del gas a Europa, habría consecuencias, pero no tan especialmente catastróficas para España como para el resto de Europa. Para el Gobierno, Rusia es el cuarto vendedor. El 5,8% del gas que se importa de este país y que consumen los españoles está lejos del 34,6% que proviene de Estados Unidos. Por delante del gas ruso están también el argelino (25,4%) y el nigeriano (13,3%), según datos de Enagás.
En otras palabras, no hay ‘Rusia-dependencia’. Aunque si se tapona el gaseoducto ruso sí que se espera que se produzca un aumento general de esta materia prima en los mercados internacionales, y, consecuentemente, en los principales exportadores para España: Estados Unidos, Argelia y Nigeria.
De hecho, el ‘Día I’ de la guerra el precio del gas ya subió un 30% más que el anterior en el mercado mayorista de España y Portugal, situándose en 113,05€/MWh, según los los datos ofrecidos por el Mercado Ibérico del Gas (MIBGAS). Sin embargo, no espera que se note en la factura del consumidor de la Tarifa de Último Recurso (TUR) hasta abril, ya que la revisión del importe de la tarifa regulada del gas se realiza de forma trimestral. Aquellos que estén abonados al mercado libre permanecerán inmunes a los cambios, ya que el precio inicialmente acordado con la comercializadora está blindado.
Guerra Rusia-Ucrania: ¿Qué pasará con la factura de la luz?
Dado que casi un cuarto de la energía que generan las centrales térmicas de ciclo combinado españolas utilizan el gas como materia prima, la luz, consecuentemente, también subirá. Más aún, dentro del contexto de la desorbitada espiral inflacionista de precios que ha venido provocando las facturas más caras de la historia: desde septiembre, solo el mes de octubre no encadenó una nueva subida. No se baja de los 200 euros/MWh. Un panorama que los expertos alargan hasta bien entrada la primavera y donde el conflicto en Ucrania añade más incertidumbre.
Sin embargo, que suba el precio de la luz no quiere decir que lo haga también lo que pagan los consumidores finales. La clave reside en tener un contrato con la comercializadora (Iberdrola o Endesa) en el mercado libre o la tarifa regulada, el denominado precio voluntario para el pequeño consumidor. En el primer caso, se pagará más generalmente, pero no se estará expuesto a oscilaciones en los precios, pagándose siempre lo mismo. En el segundo caso, por el contrario, sí se notarán las consecuencias.
Guerra Rusia-Ucrania: sube la gasolina
No solo el gas es uno de los tesoros de Rusia. También el petróleo, del que es otro de los principales exportadores mundiales. Y su posible falta también asusta, aumentando consecuentemente los precios. El barril de Brent, uno de los principales indicadores mundiales, ya supera los 100 dólares. Un coste que no se veía desde 2014 y que dispara la gasolina a los 1,60 euros/litro y 1,479 euros/litro el diésel.
Esto ha provocado que llenar un depósito de gasolina de capacidad media (unos 55 litros) cueste, por ejemplo, casi siete euros más. 88 euros ahora, frente a los 81 que costaba los primeros días de 2022. Prácticamente igual ocurre con el diésel. Llenar un depósito de esa misma capacidad hoy supone 81,34 euros, a diferencia de los 74 euros de enero de este mismo año.
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