Una periodista, Joey Hadden, quiso probar la experiencia de viajar 15 horas en el tren California Zephyr, conocido por cubrir trayectos de larga distancia en Amtrak (Washington, EEUU). Pagó 400 dólares, unos 388 euros al cambio, por una habitación de poco más de 2 metros cuadrados (23 pies cuadrados americanos). Su reto personal, como explicó en Business Insider, era comprobar que un espacio tan pequeño podía resultar cómodo.
Su ciudad de partida era Denver y la llegada estaba en Salt Lake City, un trayecto de 14 horas y 29 minutos en tren y de aproximadamente 8 horas en coche. Se trata de un recorrido que frecuentan los amantes de los viajes sobre raíles, porque permite contemplar el paisaje estadounidense. Además, el modelo que eligió, el superliner, hizo el recorrido mucho más especial.
Para recorrer estas largas distancias, los viajeros escogen el roomette, que es un espacio intermedio entre los asientos de la clase turista y las habitaciones para dormir. Durante el día hay un asiento y por la noche, se pueden poner dos literas.
A pesar de que apenas tenía espacio para moverse, en su reportaje la periodista explicó que organizándose bien, fue mucho más cómodo de lo que esperaba. “Estaba más relajada que viajando en coche o en avión”, escribió en el reportaje.
Aprovechar el espacio, clave para un viaje tan largo
El pequeño roomette donde se alojó la joven reportera estaba en el primer piso de un tren que tenía dos niveles. Lo primero que encontró fueron dos asientos que estaban al lado de la ventana y un pequeño armario con ganchos para colgar los abrigos.
Para escribir había una pesa pequeña, que estaba plegada pegada a la pared. Gracias a esto, pudo viajar con comodidad a pesar de no tener casi espacio. Los trabajadores le contaron que el tren había sido modernizado recientemente. Que se habían colocado ajustes para la luz y mandos para controlar la temperatura y un botón que servía para llamar a los asistentes de viaje.
La tapicería de los asientos estaba nueva, era suave y en vinilo gris. Los baños eran compartidos por los pasajeros, y tenían acceso a una ducha con agua caliente que el personal de limpieza se encargaba de mantener limpia.
Los asientos se convertían en cama “de lujo”
Lo que más sorprendió a esta periodista fueron los asientos convertibles en cama. Porque no era una cama cualquiera y él mismo la describió como “de lujo” con almohadas “cómodas y esponjosas, con una manta de tacto lujoso”.
Por lo que valió la pena el viaje con todas sus estrecheces, sin duda fue por sus vistas. Desde las ventanas se podían ver las nieves de El Colorado. Al final, cuando terminó el viaje, aunque impresionado por su duración, contó a sus lectores que las vistas y el modo en el que se aprovechó el espacio hizo que fuese una experiencia “única”.
Sólo un problema: el tamaño de los posavasos
Los portavasos del tren eran bastante pequeños, y eso fue lo único que llamó la atención de la periodista, como cuenta en Business Insider. “Cada uno tenía una botella de agua que regalaban, pero cuando la sacabas, los soportes eran poco profundos, por lo que las botellas se podían caer cuando el tren se sacudía”.
Los empleados de la compañía le explicaron que el tamaño de los portavasos era un “desafío” con el que llevaban mucho tiempo “lidiando”. Porque no es algo que deba ser estándar, ya que los envases de las bebidas “van cambiando con el tiempo”.
Por el contrario, el viajero destacó la comodidad de tener una pequeña papelera al lado del asiento y destacó la importancia de que en los baños no tuviera que hacer cola y de que el personal de limpieza estuviese siempre atento a mantenerlos en perfecto estado.

