La crisis de los microchips dispara la incertidumbre de la planta central de SEAT ubicada en Martorell (Cataluña) y también, la angustia de sus trabajadores. La empresa de fabricación española de vehículos amaneció este lunes cerrada a cal y canto y encadenará así, hasta este miércoles 15 de septiembre, cinco días consecutivos sin producción.
Una constante tras la pandemia que pone contra la espada y la pared la continuidad de la fábrica. “La situación seguirá siendo difícil en la segunda mitad de 2021 y la primera de 2022, pero no puedo decir cuándo está previsto que esto pase”, declaró recientemente el presidente de la compañía, Wayne Griffiths, que avanzó que estos cerrojazos imprevistos a la actividad no serán los últimos.
De momento, la primera medida que se avecina irremediablemente para taponar la hemorragia económica y tratar de espantar el fantasma de la quiebra, una vez agotadas todas las medidas de flexibilidad amparadas por el convenio, se abocan a los Expedientes Temporales de Regulación de Empleo (ERTE).
Segundo ERTE del año: 550 trabajadores
Estos cinco días consecutivos de cierre aumentan ya a 20 las jornadas de producción que se han marchado al limbo y obligan a proponer en la inminente negociación con los sindicatos el que sería el segundo ERTE del año para la empresa. Como en el de principios de año, la primera aproximación apunta 550 trabajadores, como mínimo.
“Tenemos que ser flexibles”, insta el presidente de Seat, ante la imposibilidad de mantenerse impasibles frente a la crisis del sector automovilístico, uno de los que más está sufriendo los coletazos de la pandemia y que está convirtiendo en rutina para sus empleados saber si al día siguiente van a poder o no trabajar.
Un sector en crisis
La situación es tal que incluso aún están pendientes de pago horas laborales a los trabajadores. Lo impide los bajos niveles de productividad de la empresa, a un mundo de cumplir los objetivos. Si en 2020 no llegaron a producir 350.000 vehículos con la pandemia en su cumbre, se espera que a finales de este año sea una utopía llegar a los 483.000 que marcaba el objetivo.
En ello tiene mucho que ver, a parte de la crisis de los microchips que atranca el proceso en cadena de fabricación, la ingente falta de semiconductores que ya obligó a poner en stop una de sus líneas de producción, la del modelo Audi A1. De hecho, ahora mismo esta es la única activa en la planta de Martorell, la que la mantiene viva, tras el cierre momentáneo de las encargadas de ensamblar el Seat León, el Cupra Formentor, el Seat Ibiza y el Seat Arona, además de aquellas basadas en prensas, chapistería y la planta de pintura previstos para el lunes y el martes.
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