Quedan semanas para que comience la selectividad 2024 y son muchos los alumnos que tienen los nervios a flor de piel a la espera de realizar los exámenes. La nota que saquen en la Evaluación de Acceso a la Universidad (EVAU o EBAU) influye en el acceso al grado universitario elegido, ya que la nota final de acceso a la universidad es el resultado de sumar el 60% de la media de Bachillerato (sin tener en cuenta religión) y el 40% de la obtenida en la selectividad.
Por ello, es fundamental una buena preparación y saber cómo responder ante los distintos escenarios. La directora del Máster Universitario en Profesorado de Educación Secundaria Obligatoria y Bachillerato, Formación Profesional y Enseñanza de Idiomas de la Universidad Alfonso X el Sabio, Elena Zubiaurre, ha explicado a ‘NoticiasTrabajo’ una serie de trucos y consejos para superar la selectividad con éxito, muy útiles para todo el alumnado.
Preparación de la EBAU
Se habla mucho de métodos “infalibles” para estudiar, pero, ¿existe uno realmente eficaz para llegar a la selectividad con seguridad?
“El método de estudio es muy personal y depende de la materia que estemos preparando, pero hay algunas cuestiones generales que sí podemos tener en cuenta. La más importante, desde mi punto de vista, es la planificación. Hay que distribuir las sesiones de estudio a lo largo del tiempo, creando un calendario y ajustándolo para poder llegar a todos los temas. Los atracones de última hora son muy poco aconsejables. En este sentido, lo mejor es establecer metas diarias alcanzables y realistas, para mantener un progreso y realizar repasos periódicos para asegurarnos de que vamos afianzando lo aprendido”, responde Zubiaurre.
Y, ¿qué hay de las técnicas de estudio?
“Nuevamente existen múltiples técnicas. Lo ideal es que cada estudiante encuentre aquellas que le resulten más eficaces a él mismo. Algunos alumnos crean mapas mentales, con diagramas visuales para relacionar conceptos e ideas. Otros prefieren hacer resúmenes y, para ello, dividen toda la información en partes o secciones y van resumiendo. A veces es útil explicar la información en voz alta, como si se la estuviéramos contando a otra persona. Se pueden hacer también simulacros de exámenes, para comprobar cuánto tardamos en resolver distintas pruebas…”.
Ahora, el estudio no lo es todo. Una buena preparación se complementa con una rutina saludable, y hay hábitos muy aconsejables que nos ayudan a llegar con más fuerza a los exámenes, además de que fortalecen nuestra salud mental:
“El estudio es una actividad muy intensa y necesitamos cuidarnos para poder afrontarlo de la mejor manera posible. Para ello hay que mantener una alimentación saludable, dormir un número de horas suficiente al día, hacer descansos regulares y alternar con ejercicio físico y otro tipo de actividades”.
Los nervios de los exámenes: ¿cómo controlarlos?
No son pocos los alumnos que se ponen extremadamente nerviosos los días previos al examen e incluso a la hora de hacerlos. ¿Se pueden controlar? ¿Y cómo lidiar también con la presión de obtener una buena nota?
“Se pueden practicar técnicas de relajación, desde las más sencillas (como respirar profunda y pausadamente), hasta otras que incluyen técnicas de meditación, yoga… Sin embargo, creo que lo más importante es ir bien preparado. Si se ha estudiado con tiempo suficiente y con orden y planificación, es más fácil mantener una actitud positiva. Es normal sentirse nervioso, pero hay que pensar que hemos hecho todo lo posible por superar el examen y sentirnos satisfechos con nuestro esfuerzo”, explica la directora Zubiaurre.
Ligado al nerviosismo, aparece un fenómeno de lo más temido: quedarse en blanco. ¿Cómo evitar qué ocurra esto?
“Es mucho más difícil quedarse en blanco cuando uno ha estudiado con antelación y ha dormido el tiempo suficiente antes del examen. Por tanto, para evitarlo lo mejor es estudiar con regularidad e ir bien preparado y descansado. En cualquier caso, realizar simulacros antes del examen puede ayudar. También podemos buscar alguna regla mnemotécnica que nos ayude a desbloquearnos. Por ejemplo, podemos marcarnos unas palabras clave, que sabemos que vamos a recordar con facilidad, y asociarlas a una serie de ideas o conceptos. Llegado el caso, esto puede servirnos para salir del vacío y arrancar”.
A raíz de esto último, ¿qué pasa si nos ocurre precisamente esto al hacer el examen? ¿Es posible revertir la situación?
“Si, aun después de lo ya dicho, ocurre algo así, lo mejor es respirar profundamente y tomarnos unos minutos para calmarse. Antes de empezar a pensar en la catástrofe, se puede volver a leer todas las preguntas y elegir la más sencilla o la que nos da más confianza y anotar cualquier idea que venga a la mente, así podemos ayudar al desbloqueo. En cualquier caso, hay que intentar mantener una actitud positiva y en esos momentos procurar desvincularnos del resultado final. Durante el examen, hay que centrarse en realizar el examen. Es ese momento no debemos mirar más allá”.
Expectativas: ¿cómo lidiar con ellas?
Hemos visto la preparación, la realización de los exámenes, pero se suma otra “losa” más: las expectativas. Es fácil presionarse de más o autoimponerse un resultado que, en caso de no llegar, puede generar sentimientos de lo más controvertidos, como frustración o negación. Así pues, ¿cómo se puede lidiar con las expectativas y los resultados finales?
“Los exámenes son, muchas veces, un hito crucial, pero a lo largo de la vida del estudiante hacemos muchos, por lo que debemos aprender a afrontarlos con madurez y responsabilidad. En este sentido, lo importante es, por un lado, tener expectativas realistas. Si hemos estudiado poco y de forma desordenada, no debemos esperar que “suene la flauta” al final. La madurez reside en afrontar los resultados consecuentemente, analizándolos objetivamente, identificando dónde podemos mejorar y siendo realistas con el esfuerzo previo que hemos hecho”.
Por otro lado, Zubiaurre lanza un recordatorio a esos alumnos que se obsesionan con una calificación aunque sea a costa de presionarse por encima de lo recomendable:
“Es importante que seamos autoexigentes, pero no destructivos con nosotros mismos. Cuando evaluemos nuestro propio rendimiento debemos ser amables con nosotros y evitar una autocrítica demasiado dura que no sirve para construir. Debemos procurar darle más importancia al proceso, a lo que hemos aprendido durante el camino. Esto hará que rebajemos algo la presión sobre el resultado final”.
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