A la hora de montar un negocio buscamos que tenga mercado, sea rentable y, sobre todo, que aporte un valor a la sociedad. En los últimos años, han salido de la nada nuevos negocios mayormente digitales, los cuales se han vuelto muy populares y demandados, pero: ¿Qué pasa con los tradicionales? Es decir, hablamos de sectores como la ganadería, la agricultura y cómo no, de productos tan nacionales como el huevo, esencial para hacer la famosa “tortilla de patatas”. ¿Son rentables estos negocios? En este sentido, Joan, un joven emprendedor de 27 años, explica en el canal de YouTube de Adrián G. Martín si realmente merece la pena el negocio de los huevos camperos.
“Es un trabajo duro, muchas horas y tienes que luchar mucho para que la rentabilidad salga adelante”. Explica que en un país donde cierran más de 20 granjas al día, él ha apostado por el modelo tradicional y directo, convencido de que es la única forma de sobrevivir en un sector primario que cada vez encuentra más obstáculos.
”Nadie quería financiarme”
Joan estudió Administración y Dirección de Empresas (ADE) y tenía por delante la opción fácil: la oficina, corbata y una vida estable. Pero decidió apostar por el campo, por las gallinas y por una granja propia. “Yo creo que producir para otro y que el otro revenda tiene una caducidad”, asegura. Sin experiencia profesional, solo su afición por el campo y los animales, se lanzó al negocio con apenas 22 años y un premio de 700 euros que le ayudó a dar el primer paso. “No había nadie que me quisiera dar financiación por ser joven, así que tuve que empezar el negocio como pude y reinvertir todo el tiempo”.
Cuenta que en sus inicios, el huevo representaba apenas un 25% de la producción; el resto era carne. Hoy, sin embargo, se dedican exclusivamente al huevo campero: “Ahora trabajamos con unas 2.000 gallinas y hemos dejado la carne atrás, fue un error meterme en negocios que no tenía bien analizados”.
“Aquí no hay fines de semana libres”
El modelo de negocio de Joan se basa en la calidad y el bienestar animal. En su granja, cada gallina dispone de más de 4 m² para moverse en libertad, mientras que en una industrial viven en jaulas más pequeñas que una hoja A4. “Aquí no cuidamos gallinas, cuidamos reinas”, repite Joan, convencido de que el bienestar animal se nota en el producto final: “Ahora mismo estamos en un 93% de puesta diaria, cuando en una industrial difícilmente llegan a ese rendimiento”.
Ahora, ¿cuánto cuesta? “Montar una granja campera cuesta más de 60.000 euros y eso es solo el inicio”, explica. A esto hay que sumar el coste del pienso, los vehículos adaptados para el reparto, la automatización del gallinero, el personal y los envases. “El principal gasto es el personal, porque esto es de lunes a domingo. Aquí no hay fines de semana libres. También gastamos mucho en la alimentación de las gallinas y en las analíticas para garantizar la calidad”.
La rentabilidad, según Joan, está en torno al 25% por huevo vendido, frente al 10-12% de las granjas industriales: “Un huevo campero nuestro se vende a unos 38 céntimos la unidad, mientras que uno industrial ronda los 28 céntimos”. Ahora, matiza que “es un margen pequeño y cada euro cuenta. Solo puedes vivir de esto si produces y distribuyes tú mismo, eliminando intermediarios”.
Un negocio difícil de escalar
La apuesta de Joan es vender directamente a tiendas, hornos y restaurantes (incluidos algunos con estrella Michelin), hasta sumar hoy 94 puntos de venta. “Cada vez nos llegan más clientes por el boca a boca. Un cocinero prueba nuestros huevos en un restaurante y quiere tenerlos en su carta”. Las redes sociales también han sido clave para dar visibilidad a su modelo.
Sobre escalar el negocio y entrar en grandes superficies, es rotundo: “Ahora mismo lo vemos inviable. No queremos luchar por precio, preferimos ofrecer un producto de calidad y que el precio sea justo”.
La reflexión de Joan sobre el sector es clara: “Hace 60 años, uno de cada tres españoles trabajaba en el campo. Hoy es menos del 4%”. Según él, el futuro pasa por la integración vertical: “Solo van a sobrevivir los proyectos que produzcan y distribuyan por sí mismos. Producir para otro y dejar que revenda tiene los días contados”.
En definitiva, y para resumir, sí es rentable el negocio de los huevos camperos en España, pero a costa de mucho esfuerzo, inversión y una gestión casi artesanal. “Esto es trabajo de lunes a domingo, sin festivos, y hay que pelear cada euro. Si no tienes pasión y no apuestas por la calidad, es imposible aguantar”.

